El próximo martes, 12 de octubre, es el Día de la Fiesta Nacional de España. Así está institucionalizado, y es bueno que se celebre una conmemoración anual como ésta, dedicada a exaltar los valores de la Patria, de la “Nación única e indivisible” que consagra la Constitución. Ahora, por desgracia, se está evitando hablar de la Nación española, con la absurda finalidad de no molestar a los segregacionistas, que consideran su región, de por sí, una nación. Hasta tal punto es ello así, que organismos gubernamentales que antes llevaban en su propio nombre la palabra “Nacional” están siendo rebautizados con el fin de eludir dicho término: el “Instituto Nacional de Empleo” ha pasado a denominarse “Servicio Público Estatal de Empleo”: el “Instituto Nacional de Meteorología” es ahora la “Agencia Estatal de Meteorología”... Ejemplos vivos de una desafortunada política de cesión ante las presiones de quienes, paradójicamente, se llaman a sí mismos “nacionalistas”. Como ha ocurrido ya con la otra fiesta nacional, las corridas de toros, una multisecular tradición de arte, bravura y valentía, suprimida en Cataluña, más que por otra razón, por ser precisamente “nacional”, es decir, española.
Pero el Día de la Fiesta Nacional de España sigue en pié, aunque, de continuarse a este paso, habría que preguntarse hasta cuándo. Y es el 12 de octubre, festividad de la Virgen del Pilar, porque esa fue la fecha del histórico acontecimiento que siempre se denominó Descubrimiento de América, aunque tal expresión esté pasando, también, a resultar “políticamente incorrecta”. En 1915, esa fecha fue la escogida como “Día de la Hispanidad” o “de la Raza”, y así es conmemorada en la mayoría de los países americanos, cuyas banderas, donadas por sus respectivos gobiernos, están expuestas allá, en el templo de la proclamada como Patrona de la Hispanidad, la Virgen María en su advocación del Pilar, que asimismo lo es del Benemérito Cuerpo de la Guardia Civil.
Otra palabra cuya pronunciación suscita a estas alturas notable recelo es la de “raza”. Hablar ahora de raza tiene, por lo visto, connotaciones de “racismo”. En los viejos tiempos en que quien esto escribe era un joven estudiante de Derecho en la Universidad de Sevilla, tuvo ocasión de aprender unos versos del poeta nicaragüense Rubén Darío que figuran en una de las entradas al Parque de María Luisa. “Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda, espíritus fraternos, luminosas almas, ¡Salve!”. Han pasado muchos años, demasiados, pero no los he olvidado. Exaltan los valores que los españoles transmitieron a lo que, también antes, se llamaba Hispanoamérica, y ahora –una cesión más- Latinoamérica. Unos valores que fueron asumidos allá como propios.
Ceuta estará bien representada en los actos a celebrar en Madrid en 12 de octubre: institucionalmente, porque a ellos acudirá el Presidente Vivas, y militarmente, porque legionarios y regulares de nuestra guarnición participarán en el desfile por el Paseo de la Castellana. Pero no debemos olvidar que Ceuta también estuvo presente en el descubrimiento de América, por medio de tres monedas aquí acuñadas. En el diario de Colón correspondiente al día 13 de octubre de 1492, es decir, el siguiente al del avistamiento y posterior desembarco en la Isla de Guanahani, a la que el Almirante bautizó como San Salvador, aparece la siguiente mención: “Vi dar diez y ocho ovillos de algodón por tres ceotís de Portugal, que es una blanca de Castilla, y en ellos había más de una arroba de algodón hilado”. Al comentar este párrafo, los historiadores aclaran que Colón alude al “ceutí”, “ceptí” o “ceitil”, la moneda acuñada en Ceuta durante la época portuguesa, iniciada en 1415, setenta y siete años antes del Descubrimiento.
Ciertamente, Colón se confunde, y parece creer que dicha operación fue una compraventa, sorprendiéndose de su baratura, cuando, sin duda, se trató de un simple trueque, en el cual el indígena, queriendo poseer aquellas extrañas piezas metálicas más o menos redondas y grabadas con lo que, para él, serían extraños signos, no dudó en desprenderse de sus ovillos de lana para conseguirlas.
De cualquier modo, lo que resulta innegable es que el ceotí, ceutí, ceptí o ceitil tuvo el privilegio de ser la primera moneda que se utilizó en América. Eso ya no puede quitárselo nadie a Ceuta, aunque haya quienes pretenden cambiar su historia.