Cuando el desconcierto se adueña del ambiente, bien sea por fallos humanos en la orientación de la sociedad, o por otras causas naturales o materiales, se hace necesaria la presencia activa del hombre o mujer audaz. Si esto no ocurre, la sociedad irá a la deriva y a merced de cuanto peligro aparezca en su camino, que irán en aumento - en cantidad e importancia - a medida que el tiempo vaya pasando.
La indiferencia propicia el descalabro de la sociedad, llegando hasta la pérdida de la calidad humana - de sus verdaderos principios - a cambio de un estado de vida que cada día se hace más triste, más falto de valores, más propenso a su materialización y al olvido de cuanto es manifestación noble y sublime del espíritu.
Es la hora de la rebeldía del espíritu audaz, del que no puede contemplar cómo se deshace la humanidad, cómo pierde vigor, cómo deja de percibir la belleza de lo bien hecho por amor, cómo se adueña la injusticia en las relaciones humanas, cómo se desprecia cualquier detalle - por pequeño que sea - que invite a la superación de diferencias, entre personas o grupos, que tienda a la armonía entre todos los componentes de la sociedad.
Es la hora del atrevimiento, noble y generoso, del paso adelante de quienes estén capacitados para dar solución a ese ambiente en el que la sociedad se está hundiendo.
Es mucho lo que se necesita hacer, en frentes muy variados y todos importantes. Hay trabajo para todos; no se trata de que aparezca una persona privilegiada, capaz de solucionar todo de golpe, sino que es trabajo de muchos - de todos en definitiva - animados de la misma fe, del mismo amor a lo bien hecho porque eso es lo que todo ser humano debe tratar de conseguir en su diario quehacer.
Es trabajo duro y está por hacer porque han faltado hombres y mujeres audaces; por las razones que sean no han dado un paso adelante, el de la audacia, quienes debieron hacerlo.
Pero hay oportunidad - más incluso que antes - para que la resolución de dar de sí todo de lo que se es capaz se convierta en realidad en tu puesto de trabajo, cualquiera que sea éste.
Estudia a fondo si eres estudiante; enseña con amor toda la ciencia que posees si eres profesor; sal a la vida pública para proclamar, resueltamente, la verdad de la vida del ser humano y de la sociedad porque esa es tu obligación, la de todo ser humano.
Tu audacia, serena y noble - exenta de imprudencia - es totalmente necesaria en la sociedad y, además, también la necesitas poner en práctica tú mismo porque tu mente y tu corazón te dicen que la sociedad está sufriendo graves daños y carencias; porque el ser humano - tú mismo y los tuyos entre ellos - están siendo llevados a la pérdida de calidad humana.
Sé audaz, porque tienes motivos de sobra para ello; porque tus convicciones morales te dicen que hay que poner freno a cuanto degrada al ser humano, porque tu sentido del amor no puede admitir tanto desprecio a la dignidad, al abandono de quienes más necesitan ayuda y al olvido de cualquier sentido de responsabilidad.
Sé audaz para que tu alma se llene de gozo porque eres útil a todos los demás, porque a todos has llevado algo de ese fuego divino que llevas en el corazón.