Volvemos al tiempo de la normalidad, donde los horarios se regularizan y se vuelve a los hábitos que marcan el devenir diario. Los gastos del periodo estival parecieron vaciar nuestros ahorros, pero cuando aún no ha dado tiempo a recuperarse nuestros bolsillos surgen nuevas razones para el consumo. El comienzo del curso escolar, con todo el desembolso monetario que conlleva, ataca de nuevo a las economías domésticas más sensibles.
Las librerías, junto a las papelerías comienzan su tiempo mejor, ese en el que padres y madres acompañados de lista en mano, hacen acopio de un sinfín de libros obligatorios y de una cantidad ingente de material escolar exigido por los colegios. Para algunas economías supone un gasto más, para otras, sin duda, un bache que impide oxigenar el maltrecho estado de las cuentas de familias con menos recursos. Aunque son muchas las ayudas para el material escolar que aportan los gobiernos locales, con gran esfuerzo, más son las exigencias de los colegios y profesores (sí profesores, porque muchos materiales son peticiones expresas de ellos).
Siempre me sitúo cerca del sector del comercio, festejando y alabando el arrojo de aquellas personas que son capaces de arriesgarse en crear una empresa, pero permítanme el sector de libreros y papeleros que me plantee muchas dudas, mías y seguramente de más de uno de los sufridores de las largas filas que adornan esos negocios en este principio del mes de septiembre. Indudablemente el sector no es el culpable, siendo meros intermediarios entre las editoriales y los centros escolares, atendiendo a una demanda impuesta para desarrollar el curso en las distintas materias y arriesgando gran parte de sus inversiones en esta época.
La forma impuesta de renovar libros todos los años, supone un dolor de cabeza para los padres, que no encuentran explicación a la corta vida de ediciones de materias básicas en primaria y secundaria. Por poner un ejemplo; si se llevan dos años de edad sus hijos ¿Por qué tendrá que adquirir nuevos libros dentro de dos años si estudian en el mismo centro escolar?, ¿Por qué tendrá que volver a comprar libros con el mismo contenido pero distinta edición? ¿Se pueden cambiar libros por un simple cambio de distribución de las ilustraciones? ¿Qué lleva a modificar y editar nuevos ejemplares todos los años? Bueno parece obvio que los intereses económicos de las editoriales y el beneplácito del Ministerio de Educación amparan la sin razón anual de gastar dinero en un material que se podría reutilizar, sirviendo para más alumnos y por supuesto para ahorrar gastos.
Los recursos y facilidades que ofrecen las nuevas tecnologías no son aprovechadas sin algún beneficio de por medio (benditos proveedores de informática del Ministerio de Educación que seguramente fueron elegidos con el mismo criterio de concurso que los fabricantes de las bombillas de bajo consumo, tdt, etcétera…). Y si el problema es suplementar y extender ciertos contenidos en ciertas materias no sería mejor fotocopiarlo y abaratar costes, pero claro ese beneficio mejor que se lo lleven los pobrecitos de la SGAE (parece más importante agrandar la hucha de los autores que hacer más llevadera la educación de nuestros hijos).
Las editoriales escolares son parte de los sectores blindados y prósperos en ganancias sin nadie que les tosa (aún me pregunto cuando se podrán liberar las farmacias, expendedurías de tabaco, lotería y si me apuran hasta la licencia de los taxis…herencias de un talonario caducado que acota ciertos gremios a un puñado de privilegiados).
Mantener gastos muy cuestionables, refrendando la orientación interesada de los recortes es la única intención del gobierno, a lo que se suman la descarada y pasiva actitud de tantos doctos de la educación que hacen la vista gorda o miran hacia otro lado como si no fuera con ellos este desembolso. Cualquiera diría que no estamos ante una inversión en prosperidad para nuestros hijos, sino en una carrera desenfrenada a beneficiar cierta industria.
En definitiva un problema que se repite como una tradición cada año y al que habría que sumarle los gastos en ropa y complementos también exigidos. Mientras tanto tengan ustedes paciencia en las interminables colas, que no hay mal que cien años dure ni cuerpo que lo resista…