Acabamos de conocer el informe técnico realizado a instancias de la Viceconsejería de Industria a la Empresa del Alumbrado, tras los cuatro apagones producidos el famoso ‘sábado negro’ del pasado agosto. En él se determina que la “culpa” la tuvieron instalaciones particulares. Sin poner en cuestión la profesionalidad de los técnicos firmantes, sorprende que, al final, parece que nada ni nadie es responsable. Y, como tantas veces, a la población de esta (de momento) indolente ciudad se le vuelve a tomar el pelo.
Es de suponer que los políticos con alguna responsabilidad, sí, esos que pagamos entre todos, habrán respirado aliviados (por esta vez han salvado el sillón) y habrán esbozado una media sonrisa, cuando no una sonora carcajada, en privado por supuesto, pensando que esta ciudad se lo traga todo. Pues va a ser que no. A los redactores del informe hay que reconocerles que han puesto interés…. en la semántica, y que de imaginación van “sobraos”. Su conclusión roza el sarcasmo: Fallos fortuitos encadenados. No “la instalación eléctrica de la ciudad es una porquería”. No “la central de suministro eléctrico es obsoleta y está para tirarla”. No “la potencia que suministra la central es insuficiente y cuando hay una sobrecarga (feria, ola de calor, ola de frío…) salta por los aires”. Nada de eso. Han concluido que todo se ha debido a “fallos fortuitos encadenados”. Y, además, para que todas las puntadas tengan su hilo, la culpa la tienen otros. Para que no haya a quién reclamar.
La responsabilidad de uno de los apagones la tiene “la lavandería del hospital de la Cruz Roja”. La de otro, el CETI. Y la de otro “un incendio provocado en una chatarrería del Príncipe”. Otro, por lo visto y leído, ha sido por culpa de un transformador viejo que ya estaba previsto cambiar. Y se han quedado tan frescos. A los demás se nos queda una carita….
Así se han asegurado de que nadie tenga que pagar los daños producidos por el apagón. Al ser fallos fortuitos encadenados, nadie, y mucho menos la Empresa de Alumbrado, se hará responsable de la enorme cantidad de vacunas que se han tenido que tirar a la basura por la ruptura de la cadena de frío en el Centro de Salud del Recinto (esas que pagamos todos los ceutíes y que han costado varios miles de euros). Ni de los ordenadores que han saltado por lo aires en domicilios y empresas, muchas de ellas municipales. Ni de los alimentos deteriorados en bares y domicilios. Sencillamente porque nadie va a denunciar….. ¿a quién? Si todo se ha debido a un conjunto de fallos fortuitos encadenados.
Como para la próxima vez (que la habrá, y a no tardar) esta fórmula ya está gastada, a quien corresponda le apuntamos otras para que vaya recurriendo a ellas y no tenga que calentarse las meninges, no sea que le dé un apagón:
Concatenación desafortunada de casualidades. Incidente desgraciado. Casualidades relacionadas sin posibilidad de corrección. Accidente imprevisible (si no, no sería accidente). No he venido a luchar contra los elementos. La Ley de Murphy. Un mal día lo tiene cualquiera. Señorita yo no he sido. La culpa la tiene el empedrao. Ha sido sin querer. No me he dado cuenta. ¿Ha habido un apagón?. Y yo con estos pelos…. Esto es una mala racha. Le puede pasar a cualquiera.
Nada es perfecto. ¿No?
¡Qué mala suerte!.
Urge que los políticos se ocupen y preocupen de lo que preocupa a la ciudadanía. Problemas atávicos que duran y duran y duran (como las Duracell) se mantienen legislatura tras legislatura, elección tras elección, y que son más importantes que cambiar las flores, y abrir las calles sin orden ni concierto. Las tarifas marítimas (la naviera municipal sería rentable; los números no engañan), la energía eléctrica (el cable submarino es posible; Marruecos lo tiene), el hidroaeropuerto (en Canarias tienen varios, y en el norte de Europa también. ¿Por qué no aquí?) son algunas de las cuestiones que no son abordadas por nuestros políticos autonómicos por miedo. O por intereses inconfesables. O por ambas cosas.
Por ello y por mucho más, señores regidores nuestros, les apuntamos la frase que está esperando escucharles esta ciudad que les sufre y padece: “Apaga y vámonos”.