Lo ha perdido todo, ya no tiene un techo bajo el que poder cuidar a sus hijos. Las aguas arrastraron las tierras y todo cuanto sobre ella había; ¿qué se podía esperar que ocurriera si todo era muy frágil, tan leve como las ilusiones de quienes allí vivían?. Ni siquiera pueden mirar sin temor lo que pueda llegar con un nuevo día y viven con un mínimo de esperanza, confiando en sus propias fuerzas que se han formado en una sucesión de dudas sobre el mañana.
Ahora esa mujer llora porque las fuertes temporales en la región que vive han destrozado lo que era su cobijo y su sustento; llora y extiende su mano al tiempo que suplica ayuda.
Es una mujer desamparada que nos hace llegar, con su gesto de súplica, su dolor y su temor; es lo único que tiene ya en la vida y quiere salir adelante y no abandonarse a la muerte.
Quiere luchar para darle vida a sus hijos, para hacer lo mismo que sus padres hicieron con ella cuando la desgracia se abatió sobre aquellos lugares. Es lo que les puede dar porque no conoce otra forma de vida y tampoco sabe cómo se puede encontrar otro camino por el que esforzarse para encontrar una meta mejor para la vida de sus hijos.
Para eso tiende su mano esa mujer que llora desamparada, para que se la ayude a alcanzar un sistema de vida digno, para ella y sus hijos. A eso obliga el llanto de una mujer desamparada.
Tal vez no oíste ese llanto ni contemplaste a esa mujer arrodillada en el suelo, mientras suplicaba ayuda, pero seguro que viene a tu mente alguna que otra escena parecida que tuviste ocasión de ver cerca del lugar en el que habitas, junto a ti mismo en una zona muy desarrollada y bien protegida.
Ahí también existe desamparo para mujer y para hombre de cualquier edad; ahí aparecen fuerzas que son capaces de arrastrar a personas con frágil formación llevándolas a un ambiente en el que disminuyen y hasta desaparecen las más delicadas ilusiones. Ahí también es necesaria la mano amiga que se tienda hacia quien la necesita.
Aunque no haya lágrimas en sus ojos; las tienen en su corazón, donde se van acumulando las tristezas de los desencantos, de las malas jugadas, de los abandonos, de las caídas sufridas por zancadillas de quienes decían ser amigos y resultaron traidores. Ese llanto del alma desamparada debe ser oído y atendido con prontitud y el máximo cariño.
Son muy graves los daños causados por las fuerzas de la Naturaleza cuando se desatan y no se cuenta con los medios necesarios para poder afrontarlas. Se ven con facilidad esos daños y los sufrimientos que padecen las personas afectadas.
No ocurre lo mismo con los daños morales que se producen en nuestra sociedad, pues las causas de ellos suelen venir envueltas en mensajes sugerentes de felicidades sin cuento que son, sin embargo, principios de tristeza, dolor y destrucción de ilusiones y de la calidad humana.
Llora una mujer desamparada, en medio de un desastre natural. La estampa de una tragedia personal la ha podido contemplar todo el mundo en los medios de difusión de noticias.
A poco que abras los ojos podrás ver la gran tragedia de una sociedad desamparada, zarandeada sin compasión por fuerzas que tienden a disminuir la calidad humana. Aquella mujer y nuestra sociedad te piden ayuda.