El patrimonio más preciado de una comunidad lo constituye el conjunto de valores que informan la conducta individual y colectiva de sus miembros. La dimensión material, por deslumbrante que pueda resultar coyunturalmente, es perecedera e intrascendente por naturaleza. Por ello, quienes asumen la responsabilidad de dirigir la vida pública tienen la ineludible obligación de fortalecer, con su comportamiento, los principios morales sobre los que ha de descansar una sociedad libre que se enorgullezca de contribuir a la dignificación de la humanidad. Abdicar de esta esencial función pedagógica, con la única intención de favorecer intereses parciales, concretos e inmediatos, es una traición histórica imperdonable. Es lo que está sucediendo con el liderazgo del PP en nuestra Ciudad.
El pueblo de Ceuta está dotado de una serie de magníficas cualidades que lo ennoblecen; pero se encuentra infestado por algunos virus malignos que empobrecen el alma colectiva y no hacen peores personas. Entre éstos últimos destaca muy especialmente la adoración por el dinero. Lo llevamos incrustado en el ADN. Quizá sea una consecuencia lógica de nuestra propia trayectoria. El dinero fácil y abundante proveniente de una frenética e insaciable actividad económica siempre al filo de la legalidad, combinada con el asentamiento de numerosos funcionarios públicos atraídos exclusivamente por los incentivos económicos, fueron moldeando una sociedad en la que el dinero se erigía como la referencia social por excelencia. En Ceuta todo gira en torno al dinero. Sólo se habla de dinero. Pero los tiempos han cambiado. Ceuta puede (y debe) ser otra cosa, y para ello es imprescindible corregir una escala de valores imperante que se ha quedado manifiestamente obsoleta. Fundamentalmente se trata de sustituir el dinero por la solidaridad como factor de dinamización social. Desgraciadamente, el PP se obstina en lo contrario. Está infligiendo irresponsablemente un castigo muy severo, acaso irreversible, a las generaciones futuras. Un hecho de palpitante actualidad puede ilustrar con inapelable nitidez esta diabólica subversión de valores.
El Gobierno del PP se siente muy incómodo con la manifestación que diariamente protagoniza un colectivo de parados de nuestra Ciudad. Un aguijonazo en la conciencia que hace visible la falsedad de su discurso oficial y demuestra su incompetencia para abordar las cuestiones importantes. Por ello han optado por desacreditar a los manifestantes. El mundo del revés: Los gobernantes, infames verdugos (que despilfarran cincuenta mil millones de todos en sus fruslería y privilegios), se presentan como víctimas de un grupo de personas necesitadas (desalmados que cometen el delito de no poder alimentar a sus familias). Exhibiendo su proverbial ausencia de escrúpulos, que ya no sorprende pero sigue sonrojando, se han dedicado a difundir el bulo de que los manifestantes están subvencionados por el sindicato con diez euros diarios. Es una estupidez de tal calibre que su mero enunciado provoca nauseas. Es como si otras personas dijeran de boca en boca que Juan Vivas se lleva el cinco por ciento de cada crédito de la Manzana del Revellín. ¿Por qué lo hacen entonces? La explicación, lamentablemente, es muy sencilla. Tienen a los ceutíes en tan baja estima, que saben que los creerán, porque son incapaces de entender que nadie haga nada por un motivo que no sea el dinero. Lo malo no es que acierten (que aciertan), lo desmoralizante es el alcance del éxito de una operación de intoxicación tan burda y grosera. Es cierto que Ceuta tiene un índice de descerebrados por metro cuadrado muy elevado. Son multitud los que pululan por la Ciudad carentes de la más minima capacidad de reflexión y ajenos por completo a un elemental espíritu crítico. Oyen la voz de Juan Vivas y responden como autómatas sin más elaboración intelectual: “te alabamos señor”. El ejemplo reciente más concluyente es la sumisa aceptación del disparatado proyecto de nueva prisión sin tener ni remota idea del laberinto en el que nos estamos metiendo. Pero lo que infunde tristeza, no exenta de desesperanza, es que las personas a las que se les presupone inteligencia y bondad, también puedan llegar a creer a estos farsantes que sólo buscan envilecer moralmente a la sociedad para lucrarse con ello. ¿Es que en Ceuta no existe una masa crítica suficiente para intentar elevar la solidaridad a la categoría de valor social preeminente?