Bienaventurados los pobres en el espíritu: porque de ellos es el reino de los cielos. (V.3)
Bienaventurados los que lloran: porque Dios los consolará. (V.4)
Bienaventurados los mansos: porque ellos poseerán la tierra. (V.5)
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia: porque ellos serán saciados. (V.6)
Bienaventurados los misericordiosos: porque ellos obtendrán misericordia. (V.7)
Bienaventurados los puros de corazón: porque ellos verán a Dios. (V.8)
Bienaventurados los pacificadores: porque ellos serán llamados hijos de Dios. (V.9)
Bienaventurados los que sufren persecución por causa de la justicia, pues de ellos es el reino de los cielos. (V.10)
Bienaventuranzas (Mateo 5, 3-10):
Llega la Navidad... Y, a ciencia cierta: ¿Qué es la Navidad? ¿Qué representa? ¿A dónde nos lleva?... En principio es celebrar el recuerdo del nacimiento de Jesús de Nazaret, el Cristo, el ungido. Sin embargo, con el tiempo la Navidad ha trascendido lo religioso para expandirse como una fecha que sugiere un tiempo de paz y de generosidad. Un tiempo de entrega, de solidaridad, donde los hombres se dan unos días de descanso, de serenidad, de reflexión acerca de la paz en el mundo.
La Navidad es un tiempo fuera del tiempo ordinario, un paréntesis de nuestro propio “yo” para acercarnos al “nosotros”… La Navidad tiene una clave esotérica, oculta, que viene de las fiestas que se celebraban en otras culturas en el equinoccio del invierno. A partir del 21 de diciembre se produce la noche más larga y el día más corto, es decir: a partir de esta fecha la luz comienza a expandirse y va ganando claridad a la obscuridad. Y es ahí, recomenzado la lucha de la luz contra las sombras, cuando se produce la Natividad del Señor, como símbolo del nacimiento de la luz contra las tinieblas.
Jesús ha nacido en la humildad de un establo... El Dios llegado del cosmos nace de la luz pura de una Virgen en la humildad de un pequeño pueblo alejado de la púrpura de Roma. Cristo marca en su nacimiento la simbología de la mayor generosidad, pues aquel que lo pudo tener todo, sólo es columbrado por pastores que atendían sus rebaños…
El nacimiento de un hombre acaecido hace dos milenios, no sólo ha dado lugar a diferentes religiones cristianas; sino que como dijimos anteriormente, ha trascendido al hecho religioso y ha venido a ocupar un sentimiento que abarca más allá de las pautas de ésta o aquella fe; y, sin lugar a dudas, la Natividad viene a ocupar un viejo sueño milenario de toda la humanidad. Un nuevo renacer donde los hombres puedan construir un mundo nuevo habitado por aquella palabras dictadas por el corazón, a saber: compasión, misericordia, solidaridad, generosidad…. En definitiva, un nuevo orden donde se allegue la palabra amor.
Toda la Navidad está preñada de presagios que indican que una nueva era se acerca, una nueva era donde se ponen los cimientos filosóficos de un tiempo donde llegan palabras renovadoras como las pronunciadas en el “Sermón de la Montaña”, donde Jesús centra su discurso en las “Bienaventuranzas”, donde los humildes tienen hambre y sed de justicia y de ellos será el Reino de Dios. Y, así también, pone todo su corazón en explicarnos que “debemos amar incluso a nuestro enemigos, porque si amamos sólo a aquellos que nos aman, entonces no tendría ningún mérito”.
Así, pues, cada año, llegada esta fecha mágica de la Navidad del Señor, nos hace reflexionar acerca de la ”Conciencia” que se irradia en el cosmos, y alcanza a nuestras almas o a nuestra inteligencia para comprender el mensaje mistérico del amor… Es la acción renovada de lo divino que, como una luz que ardiera desde la eternidad, viaja a nuestras conciencias para que abra nuestras mentes al hecho trascendente de sentirnos fundidos con la naturaleza, y con los seres humanos que caminan con nosotros en este planeta llamado “Tierra”.
Nada acontece por casualidad, y la venida del Hijo de Dios -como así también somos nosotros-, como otros avatares llegados en otros momentos históricos, nos ayudan a elevar el listón de nuestra propia evolución en ese camino de perfección que lleva la humanidad desde el principio de los tiempos… Y, en este sentido, Jesús, vino junto a nosotros, para darnos un mensaje de nuevos principios que sirvieran para que la humanidad subiera un peldaño su evolución espiritual.
Y, está escrito en los evangelios que “somos como dioses*”, y que por tanto somos de la misma naturaleza que Dios; que nuestra esencia es la misma, porque procedemos de Él, y a Él volveremos…”Somos el templo de Dios”, dicen también los Evangelios en otros versículos. De tal manera, que debemos comprender nuestra naturaleza y no olvidarnos -atrapados por el ajetreo de cada día- de nuestra ubicación en nuestra vida terrenal y nuestra situación en la sociedad en que vivimos.
Un día habremos de marcharnos y emprender el viaje definitivo, y para ese día, tengamos esperanza o no, en la llegada a una nueva estación, por nuestra propia existencia, por la dignidad de nuestros propios actos que quedaran en el pretérito, es bueno que hayamos entendido el mensaje renovador de la Navidad. El mensaje de que el hombre camina en su evolución hacia un despertar que nos diera una nueva conciencia, donde habite en nosotros y sea posible la compasión y la generosidad…
(*) Salmo 82,6: Así dice Dios: Vosotros sois dioses e hijos del Altísimo.
Salmo de Asaf.
1 Dios está en la reunión de los dioses; en medio de los dioses juzga.
2 ¿Hasta cuándo juzgaréis injustamente y favoreceréis a los malvados? Selah
3 Defended al pobre y al huérfano; haced justicia al afligido y al menesteroso.
4 Librad al pobre y al necesitado; libradlo de manos de los malvados. 5 No saben ni entienden; andan en tinieblas. Tiemblan todos los cimientos de la tierra.
6 Yo dije: vosotros sois dioses, y todos vosotros hijos del Altísimo
7 Pero como hombres moriréis, y caeréis como cualquiera de los príncipes.
8 Levántate, oh Dios; juzga la tierra, porque tú heredarás todas las naciones.
Juan10, 34: ¿No está escrito en vuestra ley:
Yo dije, dioses sois?
(31-38): 31Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle. 32Les respondió Jesús: Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre, ¿por cuál de esas obras me apedreáis? 33Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; y porque tú, siendo hombre, te haces Dios. 34Jesús les respondió: ¿No está escrito en vuestra ley: Yo dije, dioses sois? 35Si llamó dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y la Escritura no puede ser quebrantada), 36¿a quien el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Yo soy el Hijo de Dios? 37Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis. 38Pero si las hago, aunque a mí no me creáis, creed a las obras; para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en Él. 39Y otra vez procuraron prenderle; pero Él se escapó de sus manos.