El inicio de la temporada de baño tampoco ha sido motivo suficiente para que las autoridades solventen el drama que cada día se repite por la acumulación de porteadores en la playa fronteriza.
Nada cambia en la frontera del Tarajal. El inicio de la temporada de baño tampoco ha sido motivo suficiente para que las autoridades solventen el drama que cada día se repite por la acumulación de porteadores en la playa fronteriza.
Bañistas y camalos comparten el arenal, donde los segundos se hunden en la tierra mientras guardan turno en la cola bajo un sol aplastante. Los termómetros marcan estos días subidas de varios grados centígrados. Un calor que les asfixia y obliga a buscar la sombra junto a las rocas o en las sombrillas volcadas en la arena. Una forma poco compasiva de ordenar a estas personas mientras esperan ‘luz verde’ de la Guardia Civil para cruzar la frontera con sus bolsas y fardos de mercancías.
El mes sagrado de Ramadán tampoco desanima a los porteadores a cruzar a la ciudad autónoma –o pernoctar–, de modo que ocupan las horas de ayuno en el comercio transfronterizo. Una actividad en la que arriesgan la salud ya que, sin ingerir nada, soportan horas de pie o, las más afortunadas, recostadas en la arena mientras que alguna compañera vigila que nadie sea víctima de un asalto.
La perdurabilidad de los problemas en la frontera Tarajal también afecta al tráfico rodado. Las retenciones volvieron a reproducirse una tarde más en ambos sentidos, hacia mediodía en el lado marroquí y a última hora de la tarde en la parte española. A pesar de las quejas y las propuestas de solución planteadas a las administraciones, la problemática se eterniza.