El pasado 4 de enero Ceuta escribía una nueva crónica migratoria a pie de valla. Una crónica de desgracias, de penas, de hombres y mujeres que luchan por una vida mejor y que se topan con madrugadas de frustraciones. Marruecos frena la entrada de más de 200 inmigrantes, contaban los titulares del momento.
Atrás, al otro lado de la valla quedaron decenas de heridos. También se denunció la muerte de al menos tres personas. Esos cadáveres nunca se vieron ni Marruecos los reconoció de forma oficial, pero los que protagonizaron esa jornada insisten en que así ocurrió.
Al otro lado del vallado, asociaciones de voluntarios trabajan con los heridos. Así lo ha hecho la asociación Marroquí-Málaga, que ayer informó del estado de algunos de esos jóvenes que ya han ido recibiendo el alta en los hospitales en donde ingresaron.
Es el caso de Elene y Ali, a los que se les tuvo que operar en las manos ya que presentaban lesiones importantes. Elene, los dedos rotos; Ali, las manos completamente destrozadas. Otro compañero, Amado, será intervenido en el hospital de Mdiq de una pierna, también destrozada. Adama sigue en el hospital de Tetuán con una pierna fracturada y se está tratando el caso de otro subsahariano que se trasladó a Fez, que necesita de una operación urgente ya que sus lesiones han empeorado.
Estos son los relatos de algunas de esas víctimas de las que nadie habla porque quedaron al otro lado del vallado, víctimas de unos derechos humanos que no se cumplen en plena frontera sur de Europa.