La jornada de ayer está hecha también de imágenes. Algunas como éstas: la de los inmigrantes sentados en un banco de piedra a los pies del parque de Santa Catalina, a los que se les dio calor gracias a la colaboración de los ciudadanos de a pie: de esos militares que se quitaron la ropa, de ese guardia que hacía deporte y se quitó su chaquetón, de esos trabajadores que echaron mano de lo que tenían: sus camisas, sus termos de café caliente, de los que acudieron prestos a sus coches a coger agua, mantas, lo que fuera con tal de que esos hombres pudieran entrar en calor.
Y ellos respondían con sus miradas, con sus lágrimas, con sus temblores e intentaban llamar a sus familias para contarles que lo habían conseguido. También esa patera cargada de personas que recuerda las imágenes de los cayucos que llegaban a Canarias. Así fueron localizados en un mar revuelto, con olas de 3 metros. Los localizó Salvamar gracias a la salida del helicóptero. Y por último ese ‘abuelo’ que superó la travesía, que dice tener algo más de 50 años pero cuyo rostro incrementa su edad en 15 ó 20 más. Casi ciego, con un ojo comido por las cataratas y otro a punto de serlo... así se embarcó junto a los jóvenes en la patera para, saliendo de Rincón, intentar llegar a España. Estaban perdidos a tres millas cuando fueron localizados. Sonriente, junto a los demás, comía, se vestía con ropa seca y comenzaba a percibir, a atender y conocer la nueva vida que le espera a este otro lado.