No me refiero a un nuevo tipo de universidad, ni a un novedoso experimento académico. Sólo quiero hablar de la Universidad de Granada. Más concretamente, de la orientación que se le viene dando desde hace un par de equipos rectorales para encaminarla hacia la “excelencia”. Objetivo que con la actual rectora, Pilar Aranda, está cobrando nueva y renovada vitalidad.
Suelo asistir a gran parte de las reuniones de los órganos rectores de la Universidad de Granada. Es una de mis obligaciones. Unas son más interesantes que otras. La Comisión de Investigación es una de las que más me atrae. Es donde se aprueban y analizan todos los proyectos punteros de nuestros investigadores, además de las ayudas a los jóvenes doctorandos, a la preparación de congresos, a la atracción de talento, a los planes propios de investigación, que después se trasladan al Consejo de Gobierno para su aprobación definitiva.
Por ejemplo, en la última reunión se aprobó una ayuda especial para el Campus de Ceuta de 10.000 euros para su investigación. Fue algo especial. Decisión personal del Vicerrector para compensarnos por la desaparición de nuestro Plan Propio de Investigación, que antes estaba dotado con unos 35.000 euros y que permitía que algunos de los profesores de Ceuta hiciéramos proyectos modestos para llevar a cabo investigaciones locales y asistir a algunos congresos. Evidentemente, con estos fondos vamos a tener para poco.
Como contrapunto a lo anterior, se aprobó un programa de intensificación de la investigación, cuyo objetivo es impulsar la calidad de la investigación de excelencia mediante el apoyo a investigadores de calidad de Universidad de Granada, facilitándoles el mantener una dedicación centrada en la investigación. Este programa tenía dos líneas de acción. Una era el reconocimiento de la actividad investigadora, que se le dotaba de generosos fondos para material inventariable, fungible, viajes y dietas, y gastos de personal. Se aprobaron cuatro ayudas. Una para un investigador del Departamento de Física Atómica y los otros tres para investigadores del Departamento de Ciencias de la Computación e Inteligencia Artificial. Todos aparecen en el Ranking de investigadores de la UGR con miles de citas. Uno de ellos es nuestro Vicerrector de Investigación.
Un debate muy interesante que se llevó a cabo en dicha comisión fue a propósito de las nuevas exigencias de la Agencia Estatal de Acreditación sobre la actividad investigadora. Venía a cuenta de que algunas áreas como Derecho o Educación, habían salido muy perjudicadas porque carecían de revistas de alto nivel de impacto. Uno de los investigadores más veteranos nos decía que el origen de exigir tener publicaciones en revistas con indexación del JCR, se debía a que en la década de los 80, el Partido Socialista hizo una fuerte apuesta por la internacionalización de nuestra investigación. Por dicho motivo, las revistas indexadas en esta base de datos, que son fundamentalmente revistas de carácter internacional, son las que se tienen en cuenta a la hora de evaluar a nuestros investigadores. A partir de ahí, la calificación de excelente o no, en razón de tener un sexenio de investigación, y de esta acreditación, en razón de tener o no publicaciones en revistas del JCE ha sido la norma de conducta de nuestras universidades.
Algunas, como la UGR, han ido más allá. Nadie que no posea un sexenio de investigación reconocido por la Agencia Nacional de Acreditación, lo que supone que tenga publicaciones en inglés en revistas indexadas en el JCR, podrán dirigir tesis doctorales, participar en concursos de traslados, formar parte de determinadas comisiones….En definitiva, la Universidad de Granada distingue entre el tener o no tener sexenio, para así calificar a sus profesores como excelentes o no excelentes.
En estadística hay un tipo de variables cualitativas que son cuantificadas como 0 o 1, para identificar una u otra cualidad: ser hombre o mujer, blanco o negro, algo o bajo, gordo o delgado….excelente o no excelente. De esta forma, se pueden plantear interesantes modelos predictivos en los que sus variables son denominadas dicotómicas. Si estas variables son dependientes, sirven además para plantear las estimaciones en forma de probabilidad. En nuestro caso, el modelo podría ser el de calcular la probabilidad de ser o no excelente. Para ello sólo tendríamos que codificar a los profesores que tengan o no su sexenio de investigación asignando, por ejemplo, un cero, a los que no lo tengan, o un uno, a los que lo tengan. Si a esto le añadimos una serie de variables independientes, o de control, como el hecho de haber tenido más o menos docencia, ser de una u otra especialidad, ser de una u otra área de conocimiento, pertenecer a uno u otro Campus, o tener un número de citas en Google a partir de un mínimo preestablecido, tendremos todo un modelo capaz de predecir la evolución futura de nuestra querida universidad.
Estoy seguro que muchos de los lectores, aún sin tener grandes conocimientos estadísticos, serán capaces de estimar los resultados si entre las variables independientes ponen, por ejemplo, pertenecer o no a los Campus de Ceuta o Melilla, o ser de determinados departamentos.
Algo así como la máxima neoliberal de que el “dinero llama al dinero”. En nuestro caso, en lugar de orientar la Universidad hacia sus principios humanistas, e intentar ayudar a los que menos tienen, lo estamos haciendo al revés. Premiamos a los que más citas tienen y a los departamentos más punteros, en la creencia de que esto nos atraerá talento y recursos, que nos beneficiaran a todos. Pero no nos damos cuenta de que si acaso, sólo incrementará las desigualdades entre sus miembros. Todo un ejemplo de equipo rectoral autodenominado “progresista”.