Qué coincidencia. Hace veinticinco años, unos cinco mil ceutíes y melillenses ‘tomaban’ Madrid, exigiendo un estatuto de autonomía, el que los gobiernos de Felipe González nos venían negando sistemáticamente. Era el culmen de una incansable y vibrante lucha reivindicativa desde que nuestras dos ciudades, lamentablemente excluidas de Andalucía, habían quedado fuera del estado autonómico. Aquella era una Ceuta viva, con fuertes sentimientos de identidad, con conciencia de lo que se estaba jugando en el limbo jurídico en el que la habían dejado. Una ciudad, en suma, que no dudaba lanzarse a la calle las veces que se la convocaba.
Y miren por donde, ayer, justo un cuarto de siglo después, esa emotiva e inolvidable imagen luchadora de nuestro pueblo volvía a revivirla en mi mente, mientras presenciaba desde lo alto de un banco la concentración convocada en pro de esa ciudad más segura que tanto preocupa, y con toda la razón, a la ciudadanía.
Ceuta no está muerta. A los ceutíes todo no nos da igual. Ni mucho menos. Sería demasiado grave que ante el encadenamiento de hechos delictivos como los que estamos viviendo mirásemos para otro lado. Por eso el pueblo estaba allí, en la plaza de los Reyes, desafiando la lluvia y la climatología adversa. Por pura convicción. Sintiendo la causa sin el tinte o el oportunismo de la menor connotación política. Conscientes de lo que nos jugamos, casi un millar de ceutíes, paraguas en mano, no dudaron en estar presentes en el lugar para hacerse notar, para decir que hasta aquí hemos llegado, en una nutrida convocatoria a diferencia de otras de los últimos años y que por otros motivos tuvieron lugar en ese mismo escenario.
Ceuta no está dormida. A Ceuta sólo había que despertarla. Está viva, bien viva. Por lo menos a los que nos duele en el alma y tenemos un proyecto de vida en ella, entre los que me cuento. Me quiero poner en la piel de Cucurull, el delegado del Gobierno o en la del propio presidente Vivas. Como máximos responsables de la ciudad están ahora más que nunca en el ojo del huracán. Dos ceutíes de corazón y enamorados de su tierra, no lo pongo en duda, como que ambos compartirán la misma preocupación de quienes ayer llenábamos la plaza. Sus posibilidades para solucionar el problema son las que son. Pero dada la situación, ha llegado la hora de exigirles más firmeza ante Madrid. ¡Ay los gobiernos de Madrid! Unos más sensibles, otros menos, otros nada, pero siempre tan lejanos a nuestra realidad y a sus demandas más elementales. Ahora, con el aval de esas imágenes y con el cada vez mayor descontento e indignación popular, ha llegado el momento de que digan, donde corresponda, ¡basta ya!
No nos defrauden. Las urnas volverán a abrirse en su día y aunque se trate de hechos, movimientos, circunstancias y problemáticas distintas, jugando de nuevo con las efemérides, me permitiría recordar también como hace un cuarto de siglo, en medio de aquellos movimientos populares por la autonomía, los socialistas perdían el gobierno de la ciudad, que no han vuelto a recuperar, y a renglón seguido, algún tiempo después, la representación parlamentaria en Madrid con idéntica suerte.
¿Habrá llegado ahora también el momento para el localismo como antaño?, me decía un dirigente de aquella coalición CEU – PFC, que comandaban Montero y Fraiz. Quién sabe, me insistía. Pero el actual localismo es diferente. Sectario en determinados aspectos, radical en algunos momentos y enrocado en postulados que no comparte la mayor parte de la población. En todo caso cabría reconstruirlo sobre unos nuevos cimientos y con acercamientos y lazos complicados de conjugar. Otro localismo, sencillamente, para una ciudad que tampoco es ya la misma. Difícil, muy difícil, pero no imposible.
2017 está a la vuelta de la esquina. Ahora o nunca. Veremos si el nuevo año puede devolver ese clima a la ciudad que nunca debimos de perder hasta llegar a los extremos que todos conocemos. El pueblo ha sido contundente y sin la menor contaminación política, ojo. Valga el aviso para navegantes.