La senda de enfrentamiento en la que ha entrado algo tan supuestamente trivial como el espacio compartido en una playa augura mala solución.
Al menos si no hay entendimiento entre quienes después de la decisión adoptada por la Consejería de Medio Ambiente –que bañistas con y sin mascotas se repartan el espacio en la playa de ‘La Bolera’– insisten en darse la espalda. Podría parecer un tema menor –y lo es si se compara con lo que llueve en esta ciudad de índices disparatados de desempleo y de supuestas tasas de riesgo de pobreza– pero denota ese rasgo tan ceutí de intentar hacer prevalecer los supuestos derechos adquiridos sin ceder un centímetro al debate o al análisis de la postura contraria. Se equivocan quienes enarbolan la proclama de “la playa siempre ha sido nuestra”, en especial los residentes en las zonas más cercanas. También quienes regatean la normativa, que obliga a controlar en todo momento a los animales, a recoger sus excrementos y a amarrarlos y colocarles protección en la boca en caso de ser potencialmente peligrosos. También debería actuar la Ciudad, que no olvidemos que es quien ha autorizado el uso conjunto y debería por tanto garantizarlo. De momento ayer el cartel que marca la autorización fue destrozado y ya hay una manifestación convocada para el sábado. Mal camino sin consenso.