De playa novedosa a playa de la discordia. Los apenas 200 metros de litoral de la Bahía Norte que moldean la cala de ‘La Bolera’ parecen no tener cabida, al unísono, para bañistas y mascotas.
La Consejería de Medio Ambiente auguraba lo contrario y hace semanas, oyendo las peticiones de los propietarios de animales, habilitó la zona para el disfrute de perros acompañados pero la idea, al parecer, no ha cautivado a todos. Las protestas –verbales y en forma de escritos dirigidos a la Ciudad– se han sucedido en los últimos días y las desavenencias tienen ya su primera evidencia material: el cartel que declaraba el área zona habilitada para animales apareció ayer destrozado y arrancado del poste que lo sostenía. A media mañana le faltaba un trozo, y a primera hora de la tarde había sido desprendido en su totalidad.
La posición del primer grupo parece clara: son vecinos, en su mayoría de San Antonio, que no se ocultan, consideran que la playa les “pertenece” por tradición y proximidad desde hace décadas y dicen no estar dispuestos a ceder un metro de arena a los perros porque los consideran molestos. El segundo se alinean quienes exigen su derecho a disfrutar de la playa en compañía de sus mascotas porque recuerdan que es la propia Ciudad, en ejercicio de sus competencias, la que les da cobertura legal con su decisión de abrirla al baño de los perros.
Los propietarios de los animales dicen estar sufriendo “una persecución” y se han organizado. Lo han hecho en torno a la Plataforma ‘Vida sin voz’, surgida en el seno de las redes sociales hace meses tras un caso de maltrato animal. Han fijado incluso un día para reivindicar el uso de ‘La Bolera’ en compañía de sus perros: será el sábado, aún sin hora confirmada, cuando se concentren en ese punto para exigir el cese de las hostilidades por parte de los vecinos reacios al uso conjunto. “Los vecinos de San Antonio nos dicen que nos vayamos, que la playa es suya. La playa no es de nadie, es pública, y además ha sido la Ciudad la que ha autorizado que podamos usarla acompañados de nuestros animales. Para un trozo que nos dan, y además en el quinto pino, pretenden que nos la quiten, pero no lo vamos a consentir”, advierte Alicia Butrón, propietaria de perro y usuaria de ‘La Bolera’.
La estampa ayer tarde era, en apariencia de tranquilidad. Una decena y media de sombrillas, dos tiendas de campaña ancladas en la arena en cada uno de los extremos de la franja y cuatro perros: tres en el agua con sus dueños y un pastor alemán que jugueteaba junto a la toalla de sus dueños. La normativa parecía respetarse: los animales deben estar en todo momento controlados por sus propietarios, que están obligados a recoger los excrementos y a atarlos con correas y colocarles bozal en caso de ser potencialmente peligrosos. Una operaria del Plan de Empleo, con su peto naranja, se encargaba de recordarlo de forma periódica.
A pie de escalerilla, opiniones diversas. Dos jóvenes con un perro mediano apostaban por “convivir todos”, aun asumiendo “que hay a quien le puede molestar, por eso tenemos cuidado”. En las antípodas, un caballero con sombrilla bajo el brazo que señala hacia el agua y desliza un “si está permitido que lo esté, pero yo solo pido que a mí no me den la lata porque vengo a descansar...”. “Lo que no se puede es venir a disfrutar de un día de playa y que haya quien te lo quiera reventar cada cinco minutos”, insiste Butrón.
El caso de quien quiso denunciar y acabó amonestada
Los roces entre uno y otro grupo han obligado incluso a intervenir a la Policía Local. Ocurrió este fin de semana cuando una bañista la avisó por las supuestas molestias provocadas por la presencia de perros. Según una testigo, los agentes pidieron a los propietarios que controlasen a sus mascotas, pero antes de irse amonestaron a quien les había requerido: estaba encendiendo una barbacoa sin permiso.