Hubo un tiempo en que a los inmigrantes se los contaba con los dedos de las manos.
Hoy, son miles los que cruzan la frontera de nuestro país buscando una nueva vida, lejos de las guerras que marcaron sus infancias, lejos del hambre que provoca la falta de oportunidades, lejos de los lugares donde sus vidas pueden llegar a valer menos que un par de zapatos gastados, lejos de sus hogares, lejos.
El fenómeno migratorio comenzó a incrementarse a finales de la década de los ochenta, las cifras ascendían pero se consideraba una simple tendencia hasta que, tras la regularización de 1996, se produjo la primera avalancha de inmigrantes procedentes de países al sur del Sahara, catalogable como el primer boom de la inmigración subsahariana. Ya a finales de los noventa se calcula que en España vivían 36.000 personas de esas procedencias. Los pasos fronterizos siguieron aumentando en volumen a un ritmo vertiginoso. Tan sólo unos años después, ya en el siglo XX, la cifra de personas que vivían en España de origen subsahariano se triplicó llegando a ser de 110.000.
Datos más recientes, de 2010, confirman que el número de personas que esperan alcanzar Europa sigue incrementándose. Fueron 237.309 las que consiguieron salvar el pellejo cruzando el antiguo continente. Es realmente significativo que pese al volumen recibido, el Estado Español tan sólo acogiera en 2013 a apenas 2.000 de ellos en condiciones de asilo o refugio. Más de la mitad de estos afortunados provenían de Mali, 1.482 personas, el país africano con mayor número de refugiados en España. A Mali le sigue en la distancia Argelia con 354 receptores de asilo y en tercer lugar se sitúa el segundo país subsahariano con mayor número de migrantes refugiados a nuestro país con tan sólo 182 procedentes, Nigeria.
Los datos aquí expuestos sirven para hacerse una idea del gran volumen de personas que actualmente están dispuestos a perder la vida en viajes en los que cualquier cosa puede pasarles. La situación en sus lugares de procedencia está marcada por la inseguridad y el terror de la guerra, por la falta de oportunidades y por la escasez de alimentos. Los que sobreviven están destinados, casi con toda probabilidad, a trabajar en la agricultura, en el comercio ambulante o en la construcción, siempre en condiciones precarias y sueldos míseros. Los demás quedan por el camino, víctimas de robos, palizas, violaciones, extorsiones, abusos y fanáticos terroristas.
Es difícil saber qué es lo que va a ser de uno cuando se hace el petate pensando en atravesar medio continente, la información no llega del todo clara a los países emisores. Cuentan los migrantes entrevistados en este reportaje que ellos no cuentan a sus familiares las calamidades por las que han pasado, se guardan los malos tragos para ellos mismos para evitar que sus familias sufran más de lo que ya están sufriendo. De igual modo, los hay que vuelven deportados y sí cuentan sus penurias a lo largo de sus recorridos, pero da igual. El efecto disuasorio que pretenden conseguir exponiendo la realidad se diluye debido a que en los allás de dónde vienen se escuchan los relatos presuponiendo que son exageraciones e incluso a veces no son creídos. Los que han realizado el trayecto a través de África no recomendarían a sus semejantes jugarse la vida para llegar, al mismo tiempo que reconocen que, una vez pasado por ello, ahora se encuentran bien. Éstos son los trayectos realizados por cuatro de las miles de personas que finalmente llegan a pisar suelo europeo.
Rutas a la esperanza
A)Musa es el más joven de los cuatro. En 2013 decidió escapar del caos de Burkina Faso. Allí, el dictador Blaise Compaoré lleva imponiendo su ley durante más de 27 años pese a que, en 2005, se cambiase la Constitución del país para impedir su candidatura. El primer paso para huir de allí fue introducirse en Mali montado en un camión a cambio de 25 euros aproximadamente. Allí trabajó en la construcción hasta que pudo pagarse otro tramo del viaje, esta vez con destino a Argelia. Allí repitió la operación para llegar a Marruecos donde, como muchos, se escondió entre los bosques hasta que un día se agazapó cerca de la valla, esperó a que no hubiera militares en la zona y finalmente ascendió el metal divisor para terminar cayendo, al fin, en Europa.
B)Es el viaje que más tiempo ha tomado de entre los que se relatan hoy. Durante la friolera de seis años, Mamadou ha sobrevivido a su paso por Chad, Níger, Argelia y Marruecos. En Chad estuvo de paso y continuó por Níger porque le advirtieron de que Mali, pese a que puede ser más cómodo, era terreno abonado de terroristas. Cuenta que al llegar a Marruecos unas niñas que se encontraban jugando se extrañaron al verlo y comenzaron a tirarle piedras. No les guarda rencor y de hecho lo recuerda más como una anécdota que como un hecho lamentable. Se decidió a venir tras ver como a algunos de sus amigos les había ido bien.
C)A Romeo lo encontró la Guardia Civil en mitad del mar a la deriva mientras se dirigía a Málaga en una lancha con 51 personas más. Abandonó su ciudad natal, Douala, la más grande del país, debido a la cantidad de ladrones y criminales que pueblan sus calles, muchas veces organizados en mafias. De allí salió este mismo enero en un autobús rumbo a Nigeria. De allá cuenta que, por lo que vio, una inmensa cantidad de mujeres nigerianas migrantes se ven absorbidas por mafias de trata de blancas. Pero lo que más le aterró fue verse perdido en una ocasión en mitad del desierto donde en una ocasión lo abandonaron. Como otros viajeros, terminó pasando por Níger y Argelia para llegar a Marruecos y luego a España.
D)El viaje más largo no tiene por qué ser el más complicado. A la orilla del Río Congo, en Kinshasa, República Democrática del Congo, un ingeniero mecánico perdió a su padre y con él las pertenencias de su familia. Es doblemente afortunado ya que no sólo tuvo el privilegio de estudiar, si no que pudo pedirle a un amigo marroquí que le enviara una carta de invitación con la que pudo viajar a Casablanca directamente. Para ello cruzó el río hasta la República del Congo, donde estaría ocho meses hasta poder volar. Se introdujo en España en la guantera de un vehículo tras desembolsar miles de euros al conductor. Ahora, quiere llegar hasta Francia.
Saltó la valla en solitario
Musa Drame (21 años).
Burkina Fasso
Huyó de su casa por las dificultades para encontrar trabajo en una guerra en la que presidente y oposición no ceden un instante sus batallas. Subsistía alimentándose esencialmente de arroz y frutas hasta que tomó la decisión de arriesgarse a cruzar medio continente rumbo al norte en 2013. Su primer paso fue encaramarse a un camión que le llevaría a Mali. El camión es una de las formas más duras de viajar por el continente africano. Suelen ir hasta los topes, cargados de otros viajeros que, como Musa, recorren miles de kilómetros expuestos a las inclemencias del tiempo. Los trayectos en este medio pueden costar entre 20 y 30 euros, dinero que ganó poco a poco trabajando principalmente en la construción y en el campo. Dice que en Argelia y Marruecos son los países donde peor lo ha pasado, en el primer país a causa de los terroristas de Al Qaeda, en el país vecido dice que las vidas de los migrantes no valen nada y son maltratados por cualquiera. Mali no se queda corto en cuanto a violencia se refiere, las regiones de Kindal y Gao son un polvorín de mercenarios y conflictos en el que los atracos son la orden del día. Por suerte este burkinés supo defenderse.
Llegó a España hace apenas unos meses saltando la valla del Tarajal, ¡él sólo y en pleno día! Esperó paciente en la parte marroquí, aguardando el momento en que la zona estuviera despejada de militares. El fructífero salto le dejó secuelas en piernas y brazos, heridas cicatrizadas sobre las que comenta que, “lo peor son las piernas, te cortas más ahí”. Su padre murió cuando él era apenas un niño y desconoce cuál fue la causa del fallecimiento, “Yo no lo sé, Dios lo sabe”. Conserva a su madre, quien todavía habita su casa en Burkina Fasso, y con la que apenas contacta cuando consigue dinero para cargar su tarjeta de telefonía prepago trabajando como dale dale, ayundando a aparcar por la zona del puerto.
Seis años de viaje
Mamadou Diallo (23 años)
República Centroafricana
Hijo de madre senegalesa y padre centro africano (fallecido por muerte natural), Mamadou se dedicaba la vida a la venta ambulante en el corazón de África cuando decidió escapar de la pobreza en 2009 y ha viajado durante seis largos años hasta que llegó finalmente a nuestras tierras el pasado 2 de mayo. Cruzó la frontera con España remando desde Castillejos en una endeble embarcación comprada por él y once más tras invertir unos 200 euros cada uno. Por el continente se ha desplazado en autobús excepto Argelia y Marruecos, que los ha recorrido a pie durante años. La frontera de éstos países se cruza a base de sobornos, 20 ó 30 euros dependiendo de si se sabe negociar. Mamadou quiere trabajar en el campo, conoce gente que le puede ayudar en Madrid y en Francia además de algunos españoles que ha conocido a través de ONGs. Mientras le dan el permiso para pasar a la península también se gana la vida como dale dale, donde puede ganar unos 5 ó 10 euros al día si hay suerte y está en una buena zona.
Perdido en mar abierto
Romeo Konde (24 años)
Camerún
Llegó a España en una lancha junto a 51 migrantes más. Cada uno de ellos pagó 1.500 euros por el trayecto al conection man, quien organiza los traslados poniendo en contacto a patrones y viajeros. Éste organizador no se ensucia las manos, se dedica a las gestiones, pero ni se acerca al barco.Su destino original era Málaga, pero por el camino se extraviaron y estuvieron perdidos hasta que la Guardia Civil los encontró en alta mar, el destino de unos fue Algeciras, otros, fueron ubicados en Ceuta. Rompe el tópico del migrante sin cualificación, estudió Contabilidad y Gestión de empresas pero de poco le sirvió cuando su padre falleció y sus tíos se quedaron con sus tierras y su casa. La figura de la mujer carece de derechos y su madre no pudo optar a la herencia familiar. Tan sólo la mujer del conection man es respetada ya que en caso de que el viaje salga mal y sea necesario volver, es mejor haberla tratado bien. En contra partida, Romeo asegura que la mayoría de las mujeres que realizan viajes similares son violadas con total impunidad.
El ingeniero que dejó su hogar buscando una vida mejor
Richard M´boma (30 años)
República Democrática del Congo
Este treintañero posee la titulación de Ingeniería Mecánica por el I.S.P.T. (Instituto Superior Pedagógico Técnico) de Kinshasa, aún así tenía grandes dificultades para trabajar. En una ciudad en la que el trabajo es un absoluto privilegio ni tan siquiera la suerte de poder estudiar salva de la ruina a nadie a menos de que se tengan los enchufes adecuados. Su recorrido comenzó en 2012 y llegó a nuestro país el pasado 4 de mayo retorcido en el interior de la guantera de un coche tran pagar al conductor 4.000 euros. Muchos fallecen por asfixia o agotamiento, se trata de una de las formas más peligrosas de cruzar la frontera pero también es una de las más utilizadas. También hijo de padre fallecido y de familia numerosa ha sido afortunado en su trayecto. Un amigo de Marruecos pudo enviarle una carta de invitación que aprovechó para colarse en el país adquiriendo billetes de ida hasta Casablanca. Sin embargo Marruecos se convirtió en su particular pesadilla a lo largo de 3 años. Se ocultó en los bosques marroquíes durante meses tanto de la población como de la Policía marroquí. Cuenta que en la espesura de los árboles los migrantes son perseguidos y se siente afortunado de no haber tenido las roturas de huesos sufridas por sus compañeros cuando huían de los agentes. Sin embargo, en estas situaciones la suerte siempre es relativa. Varios amigos suyos murieron en una patera en la costa de Nador, lo recuerda con tranquilidad, ésta es sólo una de las muchas tragedias que ha vivido. Todavía le queda tiempo y muchos kilómetros para procurar llegar a Francia, donde dice que quiere ir porque al menos allí no tendrá el problema del idioma.