No queda duda que la mejor forma de enterarse de algo es cuando está uno presente en el momento de los actos o cuando alguien te da pelos y señales de la escena que hubiera pasado. Por eso teniendo los oídos bien abiertos las noticias siempre caen en tus manos con gran facilidad y más cuando el interlocutor está deseando decir lo que ha pasado, la clásica cotilla, pero para nosotros era una gran ilusión escuchar esta confesión. Cada uno que interprete lo que quiera aunque el que suscribe la verdad que fue uno de los relatos más emocionantes que jamás me hubieran contado y eso que he escuchado muchos que iréis leyendo poco a poco:
“Cuando se encontraba en la Cruz Roja antigua trabajando mi madre escuchó la conversación que mantenían dos compañeras de profesión sobre lo que había ocurrido en la zona de neonatos, recién nacidos. Lo que le llamaban nidos habían muchos críos que cuando nacían tenían problemas, casi siempre de peso, e iban a cuidados intensivos de los niños. Allí siempre había alguna enfermera para cuidar a estos “nenes” que se encontraban en unas situaciones muy delicadas. Pues pasó que uno de los bebés se encontraba en una situación de desamparo total, super delicada, escuchó la enfermera que de esa noche no saldría, lo que decían los médicos, pediatras, sobre el neonato. Ante esta situación y con las piernas temblando la enfermera extremó todos los cuidados sobre el paciente y cuando las fuerzas, de la misma, cayeron en picado se quedó un poco traspuesta y entró en un pequeño sueño observando como un médico, que no reconoció y eso que ella lleva muchos años en la profesión, entró en la sala con su batín blanco y movió de sitio al niño. Es decir lo cambió de estar recostado hacia el lado derecho, y lo puso al lado contrario, al izquierdo, saliendo seguidamente de la sala. De inmediato se levantó la enfermera encendiendo las luces de la estancia y observó que el nene estaba igual, pero muy especialmente se quedó perplejo cuando al mirar las estampitas que tenía por todo el nido una de las fotos se parecía al médico que había tocado hacia unos minutos al niño. Se quedó con el rostro descuadrado y como es lógico no dijo nada, hasta que al cabo de los días preguntó por el enfermito y le dijeron que había evolucionado muy bien y que ya estaba con sus padres. Entonces fue cuando reaccionó y se dio cuenta que había presenciado un algo no explicativo que lo llamaremos presencia de un “ente” y que se había producido un milagro, o algo parecido. Me falta decir quien era ese hombre, médico, presencia, o lo que fuera. Era Antonio Sánchez Prados”.
Lo primero que le pregunté a mi entrevistada relatora era si conocía tanto ella como la madre a este hombre Antonio Sánchez Prados de lo que me respondió que en su casa no le faltan nunca ni flores, ni luces. Siendo lo último que le dije.