El informe que publicó el Real Instituto Elcano el pasado mes de noviembre provocó una ligera tormenta entre partidos políticos y organizaciones sociales porque trazaba un desconcertante escenario sobre el futuro de la convivencia en Ceuta y Melilla.
En las escasas diez páginas que dedica a ambas ciudades dentro del documento España mirando al Sur: del Mediterráneo al Sahel, auguraba un riesgo de “conflictividad social y política” por el continuo ascenso de la población de origen musulmán, que no deja de ganar peso respecto a la “hispana”, el peculiar término esbozado para referirse al otro gran sector demográfico.
Sin embargo, en la página 155, donde se detenía a analizar los grandes obstáculos a los que, a su juicio, se enfrenta la economía de las dos ciudades autónomas deslizaba una paradoja: pese a que los indicadores suelen colocar a Ceuta y Melilla a la cabeza de la exclusión social y del riesgo de pobreza extrema, “el nivel de depósitos bancarios es de los más altos de España” respecto a su volumen de población. No citaba causas, pero unos párrafos después volvía a preguntarse sobre ese atípico condicionante de la radiografía social a este lado del Estrecho.
Por un motivo u otro, y posiblemente por una mala redestribución de esa riqueza, los datos oficiales parecen darle la razón. Según la información que plasma de forma periódica el Boletín Estadístico del Banco de España, los depósitos bancarios –el dinero contante y sonante que clientes particulares, empresas y Administraciones Públicas– acumulan en bancos y cajas de ahorros no ha hecho más que crecer durante los peores años de la crisis. Con un ligero retroceso a lo largo del presente ejercicio, pero dando siempre pasos adelante pese a los azotes de la crisis, la recesión, el desempleo desbocado y todos los peores síntomas de estar al borde del precipicio que ha dejado en este país a su paso en los últimos tiempos.
El último informe elaborado por la entidad, el del pasado mes de noviembre, contiene los datos contabilizados hasta junio de 2014, los más actualizados hasta hoy. Y esa sucesión de tablas en las que plasma la realidad económica de la ciudad desvela que en esa fecha los ceutíes atesoraban en las entidades financieras un volumen total de 883 millones de euros en depósitos, de los que 27 de ellos correspondían a cuentas de las Administraciones Públicas (el saldo que éstas suelen utilizar para operaciones corrientes, entre ellas la más usual el pago de nóminas y a proveedores). La cifra, pese a las dificultades económicas, es un 2,67 por ciento superior a los 860 millones que almacenaban las cajas fuertes –por utilizar la metáfora de antaño– de bancos y cajas en la ciudad. El incremento es prácticamente similar al de la media nacional, pero contrasta con las caídas significativas que han sufrido los depósitos acumulados en comunidades autónomas con mucho mejor nivel de renta per cápita como el País Vasco o Baleares, que han visto cómo de sus cuentas se esfumaban una buena porción de sus millones de euros.
Porque las cosas no han ido tan mal como en otros puntos de España, o también puede que porque ante tiempos complicados lo más prudente es huir de la inversión y salvaguardar el patrimonio amasado, el saldo da la razón al Instituto Elcano. Si los 883 millones de euros se pudieran distribuir entre los 89.740 habitantes que atribuye a Ceuta el último Padrón Municipal actualizado por el INE, a cada uno de sus habitantes le corresponderían unos 9.839 euros. Como en toda estadística, por definición, la media refleja sólo un promedio, no la realidad. En esa cantidad final se acumulan remesas de empresas, grandes capitales y fondos de las propias Administraciones Públicas. Y el reparto de esa riqueza, equitativo o no, escapa a los fríos balances y entra más en debates morales y filosóficos que en la indiferencia de los números.
Otro dato sobre nuestras peculiaridades: en el tramo temporal que abarca desde septiembre de 2012 a junio de 2013, el que se supone periodo más duro de la crisis, los depósitos bancarios en la ciudad se incrementaron en 54 millones de euros, mientras que en casi todas las comunidades se resentían. Las partidas que atesoraban las Administraciones en todo este tiempo se han movido entre los 27 y los 33 millones de euros.
El crédito, por contra, sí que se contrae
El grifo cerrado al crédito, uno de los principales síntomas de la crisis, también tiene su reflejo en las estadísticas del Banco de España. Así, si en septiembre de 2011 el montante que debían los ceutíes (particulares, empresas y Administraciones Públicas) sumaba un total de 1.553 millones de euros, en junio de 2014 se había reducido hasta los 1.226 millones, en línea también con la tendencia nacional. De ese total, el sector público también ha tenido que abrocharse el cinturón: si hace ahora tres años mantenía cuotas pendientes por valor de 181 millones, casi doce meses después su balance ha caído hasta los 108 millones.