El coordinador de los polígonos afianza las instrucciones y anula el ‘efecto llamada’ ya que el precio se reduce
Marruecos, país soberano con el que la ciudad autónoma comparte vecindad, activó ayer su parte del puente del Biutz y, por ende, las autoridades españolas reanudaron por la mañana la actividad a este lado del paso de mercancías. La experiencia previa a la suspensión del comercio atípico durante dos semanas por la Pascua del Sacrificio, con una afluencia de porteadores que batió todos los récords de los últimos años, llevó a la Administración General del Estado a afianzar las instrucciones que acordó con el país vecino y los empresarios de los polígonos del Tarajal.
En los días previos a la apertura, Arturo Santorum, coordinador de servicios en este recinto comercial, distribuyó entre las asociaciones de propietarios una nota informativa en la que recordaba que los bultos de confección no pueden exceder de 40x60 centímetros o su equivalente, 12 mantas. Es decir, una forma de racionalizar el bulto. Una directriz de la Delegación del Gobierno cuya aplicación fue laxa en el último mes de comercio atípico y atrajo a un importante volumen de personas porque podían llegar a embolsarse hasta 80 euros por cruzar un paquete.
Con este remache a la limitación de las dimensiones del fardo, el coordinador de los polígonos del Tarajal pretende anular el denominado ‘efecto llamada’ ya que los bultos vuelven a costar entre 20 y 25 euros. Asimismo, la medida proporciona fluidez a las colas y a los tornos del Biutz ya que los tamaños excesivos atascaban las barras giratorias generando escenas de pánico y empujones.
Por su parte, los empresarios dieron la bienvenida a la nueva organización de las filas porque consiguieron dar salida a los fardos que tenían preparados o bien embalaban en la puerta de sus establecimientos. Sin embargo, aquellos tamaños que superaban las medidas proporcionadas por la Delegación, salían de las ‘jaulas’ del paso de mercancías.
El acceso de los porteadores a los polígonos tuvo lugar mediante un sistema de válvulas de modo que, cuando las calles en los aledaños del Biutz albergaban la cantidad máxima de camalos, la entrada de más personas en el recinto se restringía.