El gigante que Marruecos alienta desde hace años a un puñado de kilómetros de la frontera atiende al nombre de Tánger-Med y no cesa de sumar kilómetros de cemento en su afán de convertirse en uno de los principales polos económicos del norte de África.
“Un borde geográfico natural” en el país vecino pero también “una dura competencia para Algeciras y para Ceuta”. El augurio lo formuló ayer José González Gallegos, reputado arquitecto internacional y catedrático de Proyectos Arquitectónicos en la Escuela de Arquitectura de Madrid. Suya fue la conferencia Tánger Med: Instant city, la penúltima del ciclo de las VI Jornadas de Arquitectura y Urbanismo que durante las tres últimas semanas ha acogido la Biblioteca Pública ‘Adolfo Suárez’.
La ponencia, además de ratificar el paso de gigante experimentado por el norte de Marruecos en la gestión de los recursos portuarios, pasó revista a los proyectos que el equipo coordinado por González Gallegos plasmó sobre el papel tomando como punto de referencia un espacio inmediatamente contiguo al mar de contenedores que se alinean en Tánger. Una extensión de tierra aún virgen, bautizada como “la ciudad instantánea”, que está llamada a constituirse en “un foco de riqueza, de actividad y de trabajo que atraiga a una amplia población flotante en busca de oportunidades”.
Esa pujante área residencial y de servicios no existe aún, pero acabará levantándose de la nada y el primero paso de su andadura será con qué diseño. En esa misión se embarcaron González Gallegos y un grupo de sus alumnos, y de la materialización de sus ideas a golpe de lápices y escuadras nacieron decenas de proyectos, bocetos y propuestas. Las mismas que se encargó de desgranar ayer ante su audiencia. A partir de ahí, por la pantalla desfilaron concepciones urbanísticas que toman como punto de referencia las ciudades amuralladas y defensivas, con viviendas en dos niveles y patios; o las que se inspiran en la acumulación de los contenedores que insuflan vida a Tánger-Med, pero también otras que conciben viviendas alrededor de cráteres y supuestos oasis. Y así decenas de aportaciones, más o menos extrapolables a la realidad, factibles o no, pero justificadas por sus creadores como la mejor alternativa a las necesidades futuras de la zona y a su adaptación a una topografía marcada por colinas, vaguadas, embalses y el propio mar.
La segunda parte del ejercicio se encargó de dibujar las líneas maestras de la terminal de pasajeros, que está concebida para asumir a medio plazo el tráfico de viajeros y reducir el actual puerto de Tánger casi en exclusiva al tráfico turístico. Con los dos proyectos bajo el brazo se trasladaron hasta Rabat, la capital en la que está ubicada la única Escuela de Arquitectura del país. Empapelaron sus paredes con metros de dibujos y abrieron un intenso debate con los estudiantes marroquíes. “Muchos nos reprocharon que los diseños eran poco árabes, pero creo que lo que buscamos es la idoneidad y la bondad, no el localismo”, defendía ayer González Gallego, que trata de llevar su muestra ahora hasta el Instituto Cervantes de Tánger.
Como trasfondo, un puerto en constante crecimiento que el año pasado movió cinco millones de contenedores y que Marruecos confía en que alimente en una década un triángulo con vértices en Tánger, Tetuán y Ceuta del que, calcula, dependerán 15 millones de habitantes.