Para multiplicar la oferta o por pura descoordinación entre consejeros que se sientan en la misma mesa del equipo de Gobierno, el fin de semana que hoy se despide ha hecho coincidir con apenas un puñado de metros de distancia dos eventos que comparten nombre (Feria) pero se dan la espalda en el apellido (... de Día y ... del Libro).
Tiempo habrá para calibrar el éxito o desacierto de ese solapamiento en el calendario, pero por caudal humano y por recaudación en caja daba ayer la impresión de que la primera vencía por goleada a la segunda. Flaco favor, quizás, al gremio de libreros, uno de los más golpeados por el doble azote de la crisis y de la irrupción de las nuevas tecnologías, con sus ebooks y el pirateo editorial asociado. Doctores tiene la Iglesia (política).
De cualquier forma, la Feria del Libro, toda una institución cultural en el calendario nacional, avanzaba ayer con sus stands a la caza y captura de clientes en plena Plaza de los Reyes. La jornada tenía un claro destinatario: el público infantil, para quien la Consejería de Educación, Cultura y Mujer ha diseñado buena parte de las actividades que moldean la cita anual. Así, bajo la carpa instalada en el recinto se agolpaban a primera hora de la mañana los niños que participaron en el primer taller del día, el los Superhéroes, organizado por el grupo Coeducación y animación a la lectura. A las 20.00, con el sol ya en retirada, el turno era para la actividad Mamá ciempiés, que un par de horas después dejaría sobre las mesas decenas de insectos confeccionados a partir de plastilina, papel o cartón, pero también marcapáginas y marcos de fotos.
El plato fuerte del día esperaba en el Auditorio del Revellín, el espacio acotado para la cultura pero que durante este fin de semana se ha visto envuelto por la bebida, el baile y el cante por sevillanas. Dentro, apenas unas horas después de que al otro lado de sus paredes atronaran Los del Río, subían al escenario los actores que desgranarían Alegría, palabra de Gloria Fuertes, un espectáculo de clown enfocado al público infantil que cosechó en 2013 el Premio Max –el máximo galardón al que puede aspirar una obra teatral en este país– al mejor espectáculo infantil. Doña Pito Piturra y el Señor Antropelli, los personajes centrales de la obra, se encargaron de guiar a los pequeños a través de la literatura nunca bien reconocida de la madrileña, la madre de la Gata Chungarata, la mujer que puso letra a los sueños de varias generaciones. Su universo particular, sus vivencias, su pasión por los libros, por sus atípicos personajes... desfilaron sobre las tablas del Auditorio.
Un payaso de circo o un clown son “la mejor voz para los poemas de la gran poeta madrileña”, había anticipado Teatro de Malta en la presentación del espectáculo. Las sonrisas arrancadas daban por buena la iniciativa.
, porque "busca la risa constantemente, [...] vive en un mundo que no comprende [...] y se sobrepone a cualquier fracaso", como Gloria Fuertes.
Los intérpretes son Margarita Blurk y Delfín Caset; la dramaturgia y dirección son cosa de Marta Torres; la escenografía, de Pepe Moreno; el vestuario, la música y la iluminación, de Lola Trives, Fernando Álvarez y Joseba García, respectivamente; y la coreografía es responsabilidad de Roma Calderón.