Las fuerzas de seguridad los trasladan al centro de estancia del Jaral siempre que los interceptan, sin que se les pueda expulsar a su país previo paso por el CIE hasta que se aclare si sus solicitudes de asilo son admitidas o no. Es un trámite lento. De hecho, la Policía solo pudo actuar con los argelinos que lideraron una sentada en la Plaza de los Reyes hace un par de semanas cuando obtuvieron la resolución negativa para 15 de ellos, que fueron trasladados a la península para su expulsión. Lo que pretende la Delegación es agilizar de alguna manera la resolución de estos expedientes, pretendiendo alguna modificación en la norma que afecte de manera exclusiva para Ceuta y Melilla para que la resolución positiva o negativa sea conocida por el inmigrante mucho antes, aunque respetando los plazos que marca la legislación vigente en materia de Extranjería. Para conseguir este extremo, Delegación necesita el visto bueno de Madrid ya que habría que aprobar un cambio en la norma.
El delegado del Gobierno cuenta con el respaldo de informes evacuados no sólo por la Policía Nacional sino también por la propia dirección del CETI, ya que la saturación que, en parte, afecta al centro del Jaral depende también de la lentitud en las respuestas a las peticiones de asilo que esperan determinados colectivos. El periodo normal es de 6 meses, pero hay colectivos que superan e incluso duplican esa espera, lo que termina desembocando en episodios de tensión o protestas de colectivos.
Las oenegés han denunciado esa lentitud, sumándose a las advertencias de otros organismos oficiales o de tribunales. Lamentan que inmigrantes que han huido de países en guerra terminan rechazando la protección de este instrumento para evitar permanecer en el CETI largas temporadas. A otros no les importa estar bloqueados en la ciudad, puesto que aprovechan ese periodo para, sabedores de que no se les puede expulsar, delinquir e intentar la escapada ocultos en camiones.
Esta semana se han registrado varias bajas en el CETI de argelinos que se han fugado del centro por los canales oficiosos, es decir, escapándose en vehículos o contando con ayuda de organizaciones que se lucran de este tipo de pases. El propio delegado defendía esta semana en declaraciones a los periodistas que hay inmigrantes que han pedido asilo detrás de los que se esconden “auténticas tretas” para evitar una pronta repatriación en los casos en los que existe acuerdo para ello, como es Argelia. Ahora de lo que se trata es de conseguir el visto bueno de Madrid para, de alguna manera, intentar reconducir la efectividad de un instrumento, el del asilo, para el destino que debe tener y no para encubrir otro tipo de actividades.
¿Embarcan solos o tienen apoyos?
La escapada de los argelinos a la península se ha convertido en el pan nuestro de cada día en el CETI. Cada semana se registran bajas de adultos y menores que dejan de pernoctar en el centro del Jaral y de los que se tiene conocimiento de que han marchada por las llamadas vías oficiosas, es decir, colándose en camiones u otro tipo de vehículos. Las escapadas son continuas y constituyen un auténtico efecto llamada sobre otros compatriotas que se cuelan por goteo en la ciudad y hacen el mismo trámite. Pero ¿cómo escapan, solos o contando con apoyos de personas que están lucrándose de este tráfico? Fuentes policiales apuntan hacia esto último y sospechan de la implicación, en algunos pases, de personas que facilitan la ocultación de argelinos o subsaharianos en camiones o en habitáculos preparados.
En el puerto los controles los ejercen todas las fuerzas de seguridad. De manera permanente la Policía portuaria, pero también la Guardia Civil y últimamente unidades de Fronteras de la Policía Nacional que realizan batidas por la zona. Se procede además al registro de los barcos que cargan los camiones de mercancía y las bateas para intentar evitar la escapada de estos inmigrantes que, en su amplia mayoría, son residentes del CETI, con tarjeta y solicitantes de asilo que esperan la resolución de su petición.
Redadas en Marruecos y entradas por goteo
Son noticias opuestas pero que se complementan. Mientras Rabat sigue publicitando las redadas que llevan a cabo sus agentes elevando a 133 los inmigrantes detenidos en los últimos días y a 19.500 los intentos de entrada abortados desde primeros de año, a Ceuta continúa llegando una presión mínima pero constante a modo de goteo. Hasta el CETI se acercan pequeños grupos de sirios y argelinos que tienen una nota común: son familias y, en algunos casos, guardan relaciones familiares entre sí. Las fuerzas de seguridad se pasan la pelota unos a otros sobre la vía de entrada de estos colectivos. Por mar o por tierra, defender una sobre la otra supone concluir que el inmigrante en cuestión se le ha colado a la Policía o a la Benemérita, término este del que escapa tanto una como la otra. Pero el hecho es que siguen entrando.
En la última semana lo han hecho diez personas, todas ellas de distintas familias. Ocho se corresponden con sirios, distribuidos en dos grupos, tal y como ha informado la Administración central. Uno, formado por un matrimonio y dos hijos, estando además la mujer embarazada del tercero. Otro, formado por una abuela y tres nietos. Entre los dos grupos son familia y además tienen vinculación directa con otros de los sirios que ya se encontraban en el CETI después de protagonizar la ya famosa sentada en la Plaza de los Reyes, ya que algunos de los que han entrado son hermano o hermana de las que ya estaban en el campamento del Jaral. Antes de entrar en Ceuta han estado esperando en Río Martil, hasta que han sido introducidos por alguna organización. A estos se suma una argelina con su hijo de 8 años que también ha llegado hasta Ceuta. Todos grupos vulnerables, todos familias con hijos a su cargo a los que difícilmente se les va a expulsar y que, con toda probabilidad, mienten a la hora de narrar la vía de entrada en la ciudad autónoma. Niegan haber pasado por Marruecos. A las fuerzas de seguridad les preocupa esta situación y apuntan a la existencia de redes que facilitan la entrada aprovechando vacíos en la vigilancia fronteriza.