La huella de casi cuatro décadas y media de protectorado español en Marruecos es la senda que sirve de guía a Siete ciudades en África. Historias del Marruecos español, la última obra de Lorenzo Silva. El camino recorre Larache, Tetuán, Xauen, Melilla, Nador, Alhucemas... y Ceuta, siete etapas vinculadas geográfica y sentimentalmente que dan forma y reconstruyen el pasado común de las dos orillas del Mediterráneo, tan cercanas y casi siempre tan distantes. Editada por la Fundación José Manuel Lara, la obra es también la última entrega de la colección Ciudades andaluzas en la Historia.
Por su condición de escenario del libro, Ceuta ha sido incluida en el itinerario de la gira de presentación que desde hace semanas lleva al autor a desgranarlo por toda España. Será el próximo 6 de noviembre, a partir de las 20:00, cuando Silva desvele los entresijos de su obra en el Centro Cultural de los Ejércitos, recién distinguido por la Ciudad con el Premio de las Artes y la Cultura. Está previsto que le acompañe hasta Ceuta Francisco Reyero, delegado en Andalucía de La Razón, encargado de presentarle.
Premio Planeta en 2012 con La marca del meridiano y Nadal en el año 2000 por El alquimista impaciente, el creador de la saga policiaca protagonizada por Bevilacqua y Chamorro propone “un viaje a los años en los que se produjo la última reunión de las siete ciudades, entre la segunda y la tercera década del siglo pasado, con la conquista y pacificación del Protectorado”. Una aventura que se transforma en “una historia de lucha, pero también de construcción, en la que se cruzan intentos de comprensión y pasiones recíprocas”.
En ese listado de localizaciones que utiliza como escenarios, Silva define Ceuta como “vigía”, con los mismos argumentos que le llevan a considerar “valerosa” a Melilla, “corsaria” a Tetuán o “soñadora” a Nador. La pincelada histórica se mezcla en la obra con el propio discurso biográfico del autor, que recuerda que cuenta con su particular pasado marroquí por parte de su familia materna, hasta el punto de que su abuelo está enterrado en Rabat, mientras que el otro, el padre de su progenitor, participó durante seis largos años en la Guerra de África. “Todo eso me permitió conocer Marruecos a edad temprana, con sólo cuatro años, y comprobar que las historias marroquíes, presentes y pasadas, formaban parte de mi educación personal y sentimental”, rememora.
A partir de ahí, construye el relato histórico del Protectorado, esos casi 50 años que, asegura, son todavía los del desconocimiento para la mayoría de los españoles. “No es una historia en la que se haya profundizado en exceso, pero no hay que olvidar que la Guerra Civil española no se entiende sin la costosa y cruenta pacificación de Marruecos en la década los años 20, en la que se forjaron los dos bandos que luego se enfrentarían en suelo peninsular”, subraya. Más optimista se muestra, pese a todo, con las posibilidades que brinda el futuro: “Ceuta y Melilla son muestras de cómo el temperamento español y europeo es capaz de coexistir de forma provechosa con el lado africano de su identidad”, algo que, a su juicio, contribuirá a que “el mundo sea más justo y digno de ser habitado el día que un túnel una ambas orillas del Estrecho”.