La película Casablanca, hace ya mucho tiempo, pasó de ser un clásico a ser un mito del celuloide, y de la vida misma.
El largometraje es una sucesión de momentos cumbres en los que el amor, la amistad, el suspense, la política, la ironía, el idealismo y, sobre todo, la hipocresía, se suceden con brío sin que jamás las escenas se hagan sombra unas a otras.
Una verdadera obra de arte que supo fijar, en blanco y negro, lo mejor y lo peor del ser humano.
Pero en este sulfúrico H2SO4 , seguramente por esta acidez que siempre nos preside, nos encanta la escena en la que el prefecto de la policía de Vichy, el capitán Louis Renault, cerraba el casino de Rick con el ofendido grito de “¡Qué escándalo, he descubierto que aquí se juega!” mientras se embolsaba la mordida que tenía estipulada.
En la actualidad, son muchas las capitanas Renault que se escandalizan porque la voluntad popular cada vez con más fuerza escora su inducido voto hacia la oscura extrema derecha. Los análisis de las políticas pasan de la falsa sorpresa al imbécil mensaje de que las votantes son poco menos que lobotomizadas ciudadanas que no saben lo que hacen. Dicho de otra forma, todo menos reconocer lo evidente: las que dicen representarnos se han alejado tanto de las necesidades de quienes depositamos el sobre en las urnas que la mayoría ha decidido cruzar la línea maldita para echarse, cada vez más, en los brazos de la derecha más extrema.
En paralelo, las sesudas analistas siguen intentando buscar explicaciones al ascenso de los Trump, Le Pen y cia sin que sus privilegiados cerebros aún hayan dado con la tecla. Y en eso estamos, en una contagiosa charca gris de inerte materia amorfa.
Sin embargo, y sin tener esa supuesta macro visión que dicen tener las que dicen saber, en este H2SO4 pensamos que las cosas son mucho menos complejas de lo que nos quieren hacer creer. Es posible que si las que nos gobiernan tuviesen entre sus primeras prioridades el futuro de las ciudadanas, y no el las de las grandes empresas a las que parecen rendir pleitesía (a las socorridas puertas giratorias me remito), quizás las cosas fuesen de otra manera.
Pero no.
Las prioridades van mucho más allá de nuestras necesidades. Prueba palmaria de lo expuesto son, por ejemplo, las tarifas de las eléctricas. Los gigantes energéticos imponen el precio de la gasolina/gas sin que importe la losa que debemos soportar a diario. ¿A esto se le llama recuperación?
Pero lo importante no es tan siquiera lo que remueve el sulfato de magnesio y el ácido clorhídrico de esta columna, sino las que posibilitan que la mierda política tenga cuotas de poder hasta hacer dudar de los básicos conceptos de “Libertad”, “Igualdad” y “Fraternidad”.
El dinero cambia fácil e interesadamente de manos: de poderosas a cargos electas podridas (INSISTO, sólo a las PODRIDAS porque aquí, en el H2SO4, aún creemos en el género humano) y ello provoca situaciones de profunda inestabilidad. Inevitablemente, todo estos escándalos me retrotraen a la pesadilla de los años 30 en los que el financiero/estafador Stavisky moría en unas extrañas circunstancias que jamás fueron aclaradas. ¿Le suena?
Pero si todavía le persiguen algunas dudas, haga como yo, póngale cara y nombre actual a los personajes de Casablanca y verá lo fácil que le acaba resultando todo. Eso sí, como dice mi mañica preferida, a diferencia del la mítica película de Michael Curtiz, en el H2SO4 el romanticismo brilla por su ausencia, cosas del ácido supongo. Cosa que pasan, ya saben.
Cierto es que mi mañica preferida también afirma que, aquí, la realidad siempre aparece como una brutal fotografía en blanco y negro de las de Robert Capa… Cosas de la Vida siempre que tengamos lo que hay que tener para querer verla, dice ella.
Y es que, mientras la intolerancia gana terreno, desde todos los perímetros fronterizos e ideológicos, las apañederas de opinión afirman, ultrajadas hasta límites insospechados, que no comprenden lo que las vulgares del lugar votan.
Después de los miles de casos mordidas -corrupciones - cuentas suizas - aeropuertos donde no hay aviones y un largo etcétera de porquerías, es fácil entender que millones de electoras se escandalicen y voten al discurso fácil. De puta pena, no el voto sino las actuaciones de las corruptas y de las electorales permitidoras de turno.
Aquí, en el otro café de Rick’s, a algunas en caso de elección le surge la duda entre: “¡Qué escándalo, he descubierto que aquí se juega!” del mítico capitán Louis Renault o “esto debe cambiar más allá de cuadrados, rombos o los supuestos rombos maquillados de toda la vida” sin que el nombre cambie y el orden de los factores altere el evidente resultado final.
Como siempre, usted sabrá qué es lo mejor para seguir en el camino de avanzar… o al menos eso se le supone.