Las procesiones dejan, a su paso, visiones no del todo acertadas. Por ejemplo la de esta fotografía, la de las copas de alcohol que se dejan en los bancos del Revellín por parte de quienes consumen en la calle y luego no tienen la conciencia ciudadana de devolver los vasos al local que se los sirvió o tirarlos. Los abandonan provocando riesgos entre la chiquillería y dejando una imagen nada acorde.