La noche del pasado miércoles una pareja (ella enfermera y él funcionario de la Policía Nacional) resultaron gravemente heridos al caer por una de las escaleras que comunica la millonaria obra de Álvaro Siza con el garaje del Revellín. Ambos fueron ingresados en el Hospital Universitario con cuantiosos traumatismos tras ser protagonistas de uno de los accidentes más comunes en la ciudad cuya responsabilidad recae sobre los hombros del Ayuntamiento que sigue sin disponer de una oficina que se encargue, precisamente, de supervisar los acabados de las obras. Las condenas a las que tiene que hacer frente la Ciudad Autónoma tras verse denunciada por quienes resultan accidentados en la vía pública son cuantiosas.
Hace escasamente un mes ‘El Faro’ publicaba la sentencia firme del TSJA por la que se condenaba a la institución municipal a indemnizar a un ciudadano tras caerse por una cuesta situada cerca de las Adoratrices. En el documento judicial se indicaba que la pendiente existente obligaba a la colocación de unas barandillas para evitar precisamente estas caídas. El ciudadano deberá cobrar la indemnización por el accidente pero la Ciudad, todavía hoy, no ha colocado las protecciones necesarias para evitar más condenas ante previsibles caídas.
Pero volvamos al caso de marras, que ha tenido como escenario la polémica Manzana, la del blanco buscado con esmero por el Premio Pritzker que termina provocando un efecto demoledor en el ciudadano al dificultar la visión. Si a esto se le añade que la obra no ha tenido todavía los acabados debidos para evitar accidentes… tenemos un cóctel molotov en pleno centro de la ciudad.
El colaborador de este medio, José Aureliano Martín Segura, que, en calidad de abogado, ha tenido que llevar varios casos de accidentes ante los tribunales, se lamentaba de la falta de conciencia existente en la administración para vigilar estos defectos que terminan generando inseguridades ciudadanas. No le faltaba razón a tenor del estado en que han quedado los dos heridos de la pasada noche por el mal acabado de la obra.
La enfermera herida, que estaba destinada en ‘Atención al Paciente’ continúa ingresada en el Hospital, con las muñecas rotas, la cara destrozada tras caer de cabeza y los ojos morados –estuvo a punto de perder uno-. Unas lesiones graves provocadas por un déficit en la millonaria obra que se inauguró con todos los galones pero dejando múltiples defectos en el camino. El funcionario del Cuerpo Nacional de Policía que acudió a auxiliarla cuando se la encontró herida en las escaleras que conducen al parking también ha sufrido importantes lesiones llegando a ingresar directamente en la UCI en donde permaneció varias horas. Sin duda ambos heridos protagonizan una de las historias más graves en este tipo de accidentes, pero no son los únicos.
Ha habido más personas que se han caído en este mismo punto. La Ciudad ordenó los arreglos tras producirse este accidente, quizá movida por la gravedad del mismo. El debate no está en que haya actuado, ni tampoco en la decisión que adoptarán los heridos si estiman que deben denunciar al Ayuntamiento. La cuestión es por qué no se ordenan controles sobre el estado en que terminan las obras o las deficiencias que se permiten mientras se están llevando a cabo.
Agujeros en plena carretera que se convierten en trampas mortales para los motoristas, pendientes sin protección (recuerden la lucha emprendida por los vecinos de la calle González de la Vega), aceras destrozadas… Son auténticas trampas para los ciudadanos y quebraderos de cabeza para una administración que destina parte de la recaudación de impuestos a abonar estos desaguisados que tienen, evidentemente, una responsabilidad.