La lectura de esta obra, a pesar de su claridad, de su actualidad y de su humor o, quizás, por estos mismos rasgos, me ha producido una impresión parecida a las sensaciones, sentimientos y sorpresas que, posiblemente, experimentarían los que escuchaban a los grandes filósofos de la Grecia Clásica. Y es que estoy convencido de que, aunque en la actualidad, muchos de los libros y de las clases de filosofías resultan oscuras, abstrusas y abstractas, las conversaciones de Sócrates, Platón y Aristóteles serían escuchadas con atención y con interés porque se referían a los asuntos de la vida diaria de los conciudadanos y porque los explicaban con palabras sencillas que aquellos oyentes entenderían.
Si asumimos que la Filosofía es el arte de pensar bien para vivir mejor y que, como su nombre indica, es el “amor al saber”, deberíamos reconocer que su explicación adquiere sentido cuando nos sirve para plantear y para responder de manera clara, amena e interesante a las preguntas que surgen en el momento actual y en nuestras propias circunstancias.
David Pastor Vico nos demuestra cómo el pensamiento filosófico, cuando se expresa de manera clara y se refiere a los problemas actuales nos ayuda a trabajar y a colaborar para resolverlos y que, cuando nos sirve para buscar el origen, para identificar sus causas, para prever sus consecuencias y para encontrar las soluciones más adecuadas, abre los ojos de la mente con el fin de que no caminemos a ciegas por los vericuetos de la vida. En esta obra nos muestra que la vida humana, en cualquier edad, es compleja, a veces difícil y a veces dura porque nos exige hacer esfuerzos y trabajar con disciplina para pensar y para delimitar con exactitud los términos de los problemas que pretendemos resolver. Nos demuestra que la filosofar es hacer buenas preguntas para encontrar buenas respuestas.
Nos habla de manera clara y valiente de la desconfianza hacia los otros, del individualismo, de la sociedad y de la educación de las nuevas generaciones. En la primera parte nos plantea las consecuencias de la disminución de los juegos en la niñez, de la pérdida de confianza de los alumnos o de la necesidad de aprender a pensar críticamente. Explica cómo “al animal humano, desconfiado y egoísta, se le puede hacer creer muy fácilmente que él es especial y maravilloso, o cómo, para dialogar entre iguales, confiar y darnos el lujo de aprender mutuamente debemos asumir que nuestro interlocutor es un igual a nosotros, o cómo la falta de confianza es un problema que no se plantea sólo en determinadas edades o sexos. En mi opinión, esta obra no sólo formula análisis filosóficos de cuestiones actuales a los lectores no versados en los tecnicismos de los especialistas, sino que, además, nos muestra cómo es posible explicar y aplicar la Filosofía a las situaciones y a los problemas de hoy y de aquí, a esos que continuamente nos plantea la vida de cada día.