Estamos viviendo tiempos inquietantes y muy perversos por el relativismo moral imperante, la búsqueda incesante de placeres inmediatos, y la huida de cualquier sufrimiento. Evitamos las situaciones en la que tenemos que poner a prueba nuestra serenidad, templanza y entereza. Ya no existe una enseñanza del sufrir, y sus grandes ventajas pedagógicas, que nos ayudan tanto para apreciar a los otros, y al entorno que nos rodea. Sufriendo se aprende a amar a todos los seres humanos, y también al resto de criaturas naturales, que no nos pertenecen, ni deben ser objeto constante de nuestros abusos y obsesiones economicistas.
Con gran frecuencia, se traspasan líneas rojas de la ley natural, esa norma que utiliza Santo Tomás de Aquino para ofrecer una de las pruebas de la existencia del Creador. Por ella, todos y cada uno de los seres humanos sabe aquello que está bien, y también lo que está mal, y por ella somos capaces de generar comportamientos altamente altruistas y caballerescos, en favor de la salvaguarda de la vida. Esto es plenamente independiente de la profesión de fe libremente aceptada, o de su ausencia y falta de seguimiento hacia una determinada religión. Por eso, esta verdad antropológica, y también espiritual, establece una hermandad común entre todos los seres humanos, y es prueba de demostración teológica.
Los signos de perversidad política son constantes y evidentes, al igual que el aletargamiento por la falta de consecuencias ante los constantes incumplimientos legales, y la laxitud moral en desarrollar los planes de ordenación y gestión de nuestro territorio. Una vez que esto se admite, asimila, y se toleran a las únicas voces discrepantes, como un mal trago que hay que soportar, es normal que la degeneración continúe. Por todo esto, la reunión de los “Influencers”, ha sido un signo de gran perversión y de escasa o nula contención política y moral, pero previsible. Es bien posible, que el cargo político que lo organizó, no sea bien consciente de los riesgos que entraña esta extraña ocurrencia, y sobre todo, de los peligros morales y consecuencias en la mentalidad de los más jóvenes. Pero no por ello, será menos disculpable, como tampoco lo son el resto de miembros del consejo de gobierno, y del arco parlamentario, que no se opusieron públicamente a la organización del evento y a los gastos correspondientes.
"Un empobrecimiento tanto material como moral, pues la mayor parte de las actuaciones de los 'influencers' conducen al desgaste, a la bajeza moral, nunca al cultivo de las virtudes tan propias de nuestra humanidad"
Mayor son la responsabilidad de los principales cargos del gobierno de la ciudad. Un cargo político, no puede regirse por impulsos de popularidad, ni mucho menos, debe anteponer el objetivo económico desligándolo del moral, y de la ética que lleva implantada en su corazón. Ni siquiera el amor por su ciudad, y su celo político ante la necesidad de creación de riqueza material, que aumente el bienestar material de los ceutíes, puede llevar a generar eventos con dosis de perversión en potencia. Más nos valdría a todos, ponernos a cultivar la tierra para alimentarnos de coles, que trasgredir los valores eternos que rigen nuestra propia humanidad. Los seres humanos somos multidimensionales, y los cargos electos deben ayudar a que se cultiven todas sus dignidades, promocionando el bien ya las acciones virtuosas. Cualquier licenciado en derecho debería conocer estos fines, ya que gran parte del corpus legislativo trata de ordenar y favorecer la convivencia pacífica y la prosperidad. Ofrecer luz y verdad, cuando dominan las tinieblas de la miseria humana, los juzgados están hechos para salvaguardarnos y protegernos, incluso de nosotros mismos.
El legítimo derecho a ejercer la política, nunca puede hacerse a costa de ningún demérito moral, especialmente hacia los jóvenes, que forman parte de las capas más sensibles de la sociedad. Incitar reuniones de jovenzuelos con más dinero que seso, alentando sus ya de por sí elevados egos, es un error socio-político de gran envergadura. En ningún caso las consecuciones económicas pueden quedar divorciadas del espíritu humano, que debe perseguir siempre la alta dignidad humana en las vocaciones y el trabajo, y el cuidado del jardín común en usufructo. Por lo tanto, es del todo ilícito enriquecerse hasta un punto que empobrece a muchos otros. Un empobrecimiento tanto material como moral, pues la mayor parte de las actuaciones de los “influencers” conducen al desgaste, a la bajeza moral, nunca al cultivo de las virtudes tan propias de nuestra humanidad.
"Así pasan el tiempo, enredados en un estado de insulsa y sofisticada adicción, enchufados a las aplicaciones y pantallas de múltiples colores y posibilidades virtuales"
Los seres humanos, estamos hechos para el amor, la alta contemplación y el cultivo de la compañía divina, por ello, somos templos vivos del espíritu y vigilantes de la vida. Estos ideales, y todas sus derivadas están a años luz de mantenernos pegados a las pantallas, consumiendo estupideces e información nada edificante.
Justamente, tenemos un edificio de humanidad, en la carne y el espíritu, que edificar con nuestras humildes pero únicas, efímeras, e irrepetibles existencias en el tiempo.
Por desgracia, son muchos los síntomas que indican la extensión de esta epidemia aniquiladora de la ética, y la condición humana. En el caso de nuestra modernidad de pacotilla, podrían ser los siguientes: primero se produce una obnubilación y enamoramiento radicales, unos sentimientos insanos que los hace trabajar para las pantallas digitales, que ya se convierte en un fin, en vez de un medio útil para determinadas cuestiones. Esto conduce al aislamiento y ensimismamiento, y sus consecuencias más radicales son, un feroz individualismo lacerante, que los convierte en solitarios, a pesar de “estar aparentemente” en compañía de otras personas. Así pasan el tiempo, enredados en un estado de insulsa y sofisticada adicción, enchufados a las aplicaciones y pantallas de múltiples colores y posibilidades virtuales. Se alimentan de mentiras, mientras quedan aleccionados sobre estilos de vida orientados al consumo material, y a los placeres. Todo ello, genera un torbellino de aceleración de la existencia, que disminuye la capacidad de reflexión, anula la contemplación, y dispone a la aniquilación paulatina. No hay nada más autodestructivo, que la falta de conocimiento de sí mismo, y del sentido de nuestra vida.
"Es sano publicar cartas y artículos defendiendo a las almas de tanta perversidad, y de la destrucción de todo lo que es bello y propio para el cultivo del hombre y la mujer"
Más que nunca, necesitamos a los intelectuales comprometidos con el amor, la verdad y las libertades. Pero también, a los sacerdotes valientes y preparados, que prediquen tanto con la palabra, como con la virtud ejemplar de su día a día. No es bueno, quedar en silencio, ante tamañas perversiones que van en contra del ser humano. Es sano publicar cartas y artículos defendiendo a las almas de tanta perversidad, y de la destrucción de todo lo que es bello y propio para el cultivo del hombre y la mujer. En el caso de los católicos, representan a la verdad encarnada, son sus ministros y le rinden culto invocando su santo nombre, practicando los sacramentos. Hay una batalla que dar en el campo social de estos tiempos. No es malo salir de las sacristías y hablar públicamente, o ayudar a los feligreses más capacitados para la opinión.
Las cartas de San Pablo, están llenas de exhortaciones que se repiten una y otra vez desde los púlpitos, pero no parece que trasciendan demasiado, y contribuyan a la salud del corpus social, en beneficio de la salud espiritual de todos. La doctrina social de la iglesia es muy rica y apropiada para la lucha en este campo. Los grandes papas santos, han marcado caminos imborrables en todos estos asuntos. A los jóvenes, les mueve el ejemplo, y la autenticidad de las vidas sacerdotales comprometidas con la verdad y la justicia. Quizá uno de los papeles cruciales de la iglesia católica, sea predicar la grandeza de la condición humana y su salvaguarda, por encima de las perversidades y acechanzas del mal en todas su formas y representaciones.