La desilusión es una dicotomía, una moneda de dos caras pero por la que no apuestas. ¿Quién no se ha desilusionado con un amor de toda la vida? ¿Quién pensaba que todo estaba conseguido y que esperábamos vivirla a cada momento, y en cada instante?
Nos hacemos y nos hacen persiguiendo utopías, amores platónicos y cuentos con final feliz.
Desilusionarse es parte de la vida, no retroceder, intentar rectificar decisiones, mejorar, mirar hacia adelante.
Una desilusión es cruzar caminos intentando llegar a la utopía imaginada.
El amor, la amistad, los hijos, los lugares, son reales, están ahí, existen, no son fantasías; aunque digamos eso de “ yo no hubiera tenido hijos”. estereotipadas que buscamos en sí mismo: nos tocan, son, habitan en lo que fuimos, en lo que no veremos nunca.
La muerte no es la desilusión de la vida, el desamor indaga en otros cielos. La victoria, el triunfo, el exito, el aplauso pueden llevar en las entrañas posos de amargura.
Hoy estoy enfermo, me fui al trabajo cansado y débil. Los compañeros más cercanos con los que libré batallas absurdas me proporcionaron la suerte de tener mejores alumnos y mejor estructura de las horas.
No te rindas, sigue, avanza, ve en una pesadilla una posibilidad, en una caída un avance.
La ilusión puede ser eterna pero se construye de desilusiones que son el pan nuestro de cada día.