El Gobierno de España y, como consecuencia directa, la Delegación del Gobierno no pueden mantenerse por más tiempo aferrados al silencio imperante en torno a lo que está pasando en la frontera sur.
La situación está completamente desbordada, hasta llegar a un extremo insoportable para la Guardia Civil que se enfrenta a la presión física y psicológica de unos servicios difíciles en los que se ponen en juego vidas.
Se debe reaccionar de inmediato con refuerzos y mejora de las relaciones con Marruecos a pie de frontera para terminar con lo que es este auténtico despropósito. Los guardias civiles se echan al mar guiados por los búhos y los gritos desesperados de quienes, cansados, no pueden más.
Hay que estar ahí para saber qué supone todo esto, cómo tienen que estar esos agentes en un mar, de noche, escuchando continuas llamadas movidas por la desesperación.
Y no solo eso, sino que las entradas no cesan, no hay paro, siguen y siguen.
Esto no puede ser entendido como algo casual. Estamos hablando de meses que se cierran con más de 3.000 intentos de entrada por mar, estamos narrando situaciones tan extremas como las que protagonizan niños muy pequeños o embarazadas de 8 meses.
Y a ello se tienen que enfrentar ya casi todas las noches los agentes del Instituto Armado sin que haya cambios, medidas, arreglos ni posicionamientos políticos valientes, claros y resolutivos.
No se puede tratar esto como una noticia más, es de tanta envergadura que el silencio supone el desprecio más absoluto. Y eso ni es nuevo, ni se puede permitir.
La situación se agrava, se ha corrido la voz y ya están viniendo de distintas nacionalidades. El día que los subsaharianos lo intenten por la valla y a la vez tengamos estos intentos por el mar, entran todos. Y haberlos,hailos