Tengo la impresión de que son escasas las personas que aceptan que escuchar es una tarea difícil que exige aprender diferentes destrezas mediante un dilatado y costoso entrenamiento. Opino que para hablar y para expresar con palabras, con gestos, con actitudes o con comportamientos nuestras sensaciones, nuestras emociones o nuestras ideas y, en resumen, para exponer nuestra personal manera de percibir y de vivir la vida y cada uno de los episodios, es imprescindible aprender a escuchar, esa operación que implica, además de oír los sonidos o de percibir los gestos, descifrar sus significados e identificar sus sentidos: es, sobre todo, valorar el origen, las causas, el por qué, los fundamentos y la finalidad de esas palabras, actitudes o conductas de los otros. En resumen, escuchar es comprender al interlocutor y ponernos en su lugar. Es tratar de ver el mundo, la vida, los episodios y los objetos con su mirada. Efectivamente nos cuesta mucho trabajo ponernos en la piel de los otros.
No caemos en la cuenta de que sólo entonces nuestras respuestas podrán ser correctas, y nuestras reacciones las adecuadas y colaborativas. ¿No es verdad –pregunto- que, a veces, oímos sin interpretar, y que respondemos con contestaciones previamente adoptadas? Todos conocemos a personas que, cuando escuchan decir que algo es blanco, automáticamente nos responden que es negro, y, si les decimos que es negro, responderán que es blanco. Son los que siempre están con la escopeta cargada. ¿Quieren un ejemplo? Observen los comportamientos de todos los portavoces de los partidos políticos en la tribuna del Parlamento.
En la agitada vida actual necesitamos espacios y tiempos en los que, absolutamente solos, al menos por unos instantes, escuchemos los latidos de nuestro corazón, sintamos los ecos de las llamadas que los otros nos hacen y dialoguemos con nuestra propia conciencia para encontrar allí lo esencial de nuestras vidas humanas.
Para exponer nuestra personal manera de percibir y de vivir la vida y cada uno de los episodios, es imprescindible aprender a escuchar, esa operación que implica, además de oír los sonidos o de percibir los gestos, descifrar sus significados e identificar sus sentidos. Escuchar es, sobre todo, valorar el origen, las causas, el por qué, los fundamentos y la finalidad de esas palabras, actitudes o conductas. En resumen, escuchar es comprender al interlocutor y ponernos en su lugar. Es tratar de ver el mundo, la vida, los episodios y los objetos con su mirada.