Ceuta sigue pasando por momentos difíciles. Con una frontera sin Aduana comercial y soportando hasta tres controles para acceder al resto de la Nación; sin estar integrada en la Unión Aduanera como el resto de España; con un puerto pesquero sin uso porque está fuera de la Política de Pesca Común; dotada de un magnífico puerto pero sin hinterland y necesitado de competir con Algeciras, Gibraltar o Tangermed; con una excepción al Tratado de Schengen que descontrola la entrada de extranjeros y el uso del Hospital, aunque ahora está en suspenso. Y prosigo con la enumeración: con las posibilidades de negocio cortadas por influencias ajenas, como sucede con las Reglas de Origen o la fallida matriculación de embarcaciones de recreo; con las posibilidades de atraer turismo muy limitadas por culpa del alto precio del transporte, además de la carencia de una planificación eficaz; aislada desde el punto de vista político y económico al no disponer de representación en Bruselas ni en Madrid…Y todo ello junto a las constantes reivindicaciones de Marruecos, que está en el origen de muchos de los temas citados. Mi descripción sólo representa una parte de la injusta situación que sufre Ceuta y que debería movilizar a sus ciudadanos y sobre todo a sus políticos. Al margen de las visitas de Pedro Sánchez a Rabat.