El presidente de la Ciudad, Juan Vivas, defendió ayer que los ceutíes hagan sus compras en Ceuta, realicen aquí el gasto como parte de un circuito en el que, de forma directa, garantizarán la supervivencia de los comercios y así, también, el empleo. Pidió Vivas esa actitud colaboradora de los ciudadanos, calificando la misma de “ceutismo”. Nadie duda del sentimiento que ha querido dar el presidente a sus valoraciones, pero el ceutismo es algo más que animar a la gente a que gaste en Ceuta, instarle a favorecer así el mantenimiento de ese circuito que calificó de mágico. El ceutismo es mucho más que esto, es un término nada equiparable al gasto en una ciudad, vincular de hecho ambos asuntos no deja de ser incongruente. ¿Se piensa lo mismo en cuanto a la contratación de empresas foráneas para acometer trabajos en Ceuta?, ¿se veta la implantación de grandes firmas porque no sean ceutíes? Dándole la vuelta a la tortilla, permitir el desembarco de empresas no ceutíes ¿sería ir en contra del ceutismo? La ciudadanía es libre de gastar o invertir en donde le plazca, cosa bien distinta es que la Administración cuide su atención al comercio, apueste por colaborar con los pequeños empresarios y no machacarlos a impuestos, fomente la apertura de negocios siendo más diligentes en su instalación y, sobre todo, cuide su frontera facilitando la llegada de esos compradores que ahora se quedan al otro lado y, lo más grave, con una mala experiencia que les lleva a no querer siquiera intentarlo de nuevo. Esto sí que es ceutismo, que sea la propia Administración la que demuestre que gastar en Ceuta es lo único que a uno se le puede ocurrir sin cortapisa.