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Recuerdan que desde el Molino hasta la bajada al Valle no se ubicó ningún badén
La preocupación de los vecinos del Recinto por las altas velocidades que alcanzan los vehículos en esta carretera continúa siendo una constante en el día a día de todas aquellas personas que comprueban cómo el simple hecho de cruzar la calle se ha convertido en una práctica de alto riesgo.
La colocación de badenes de obra en varios puntos del tramo no ha solventado al cien por cien este problema ya que estos elementos únicamente se instalaron en la zona entre el polideportivo Guillermo Molina y el acceso a la calle Molino. Desde ahí hasta el Sarchal, no existe ninguna advertencia para reducir la velocidad y ello pese a los carteles limitadores de la misma que prohíben circular a más de 30 kilómetros por hora.
“No hacen nada y necesitamos semáforos que limiten la velocidad como los que han puesto en la N-352 porque ya no estamos seguros a la hora de cruzar la calle”, se lamenta Yolanda Pérez, una de las vecinas de la zona que se ha erigido en portavoz de las preocupaciones del resto de residentes del Recinto.
Asegura “no estar seguros” ni siquiera en los pasos de cebra “porque son auténticos kamikazes y es el peatón quien tiene que pararse porque ellos no lo hacen”.
Los badenes de obra que la Ciudad instaló hace un tiempo y los tres pasos de peatones que se distribuyen en todo el tramo son a todas luces insuficientes para frenar un problema que, lejos de haberse solventado con la implantación de esta medida disuasoria, ha ido a más. “Hay carreras a diario, los coches van como locos y ya no sabemos qué hacer. Estamos desesperados”. Dicen sentirse “abandonados” por la asociación de vecinos y lanzan una pregunta al aire. “Queremos saber hasta dónde llegan las funciones del presidente vecinal. ¿Sólo desde el polideportivo al Molino? ¿Y hasta la bajada del Valle ya no es Recinto?
Mientras se soluciona el problema, los vecinos confían en que uno de estos kamikazes no provoquen una desgracia que haya que lamentar.