Esta semana el gato Misifú ha muerto. Mi compañera me mandó la noticia por WhatsApp siendo incapaz de poder verbalizar el dolor, la tristeza que te carcome por dentro.
Misifú fue adoptado por las trabajadoras de la biblioteca del Ferrocarril. Allí llegó de un día para otro, allí sembró de ternura en la Avenida de Madrid. Valle, mi compañera, me hablaba del gato cuando llegaba de trabajar; me decía que era un gato fuera de serie: inteligente, empático, astuto, sigiloso cuando aparecía y desaparecía por el barrio: “Sabía que esto iba a pasar cualquier día“. ¡Me ha dado por la llantina!
En la avenida Madrid frente al centro cultural de la Estación del Ferrocarril, los conductores pasan como locos camino de Mercadona; al ser una recta se convierte en un circuito de Fórmula 1.
Éste ha sido el segundo atropellado que nosotras controlemos. Pues cuando apareció Misifú se trajo a la pandilla detrás. “Los aristogatos del ferrocarril, aristogatos lectores que abrían y cerraban el día y la noche coincidiendo con el horario de Valle y sus compañeras. Recuerdo una serie de televisión que se emitió en la década de los 60; Don gato y su familia. Don gato era el protagonista que vivía en los suburbios y se las ingeniaba para sobrevivir junto a sus amigos.
Así es: en el cine, en los dibujos, en nuestras vidas, siempre ha habido un gato que forma parte de nuestros recuerdos.
Andan de puntillas, se acercan silenciosos, aparecen de la nada, nos adoptan ellos; ellos nos cuidan, nos esperan a la hora que lleguemos, nos protegen, nos calman, nos acarician en el sofá, en la cama, se convierten en tigres protectores aunque nos de la impresión de ir a lo suyo. Tal vez quieren que no notemos nuestra debilidad. Llenan las nostalgias para mitigar las batallas con las que lidiamos.
Sanidad cierra los ojos ante el tema de los animales que viven en la calle. Son los voluntarios anónimos, los que regentan las comunidades gatunas, los voluntarios ceutíes, los que se encargan de ellos. El ayuntamiento se lava las manos y no se implica, hace el paripé, queda bien con sus campañas de cara a la galería.
R.A.N, en un escrito remitido a El Faro de Ceuta escribía que las Campañas de Captura, Esterilización y Retorno del gato al mismo sitio donde fue capturado (CER) hasta ahora organizadas por el Ayuntamiento han sido todas un auténtico fracaso y todo el peso de las Campañas ha recaído en manos de voluntarios que han hecho todo lo posible porque las campañas salgan adelante.
A Sanidad se le ve el bigote y no es capaz de enterrar la caca ni el pipí, dejando al aire los escrementos de la política gatuna.
En Egipto cuando moría un gato, los miembros de la familia se depilaban las cejas en señal de duelo.
Los egipcios los veneraban, pues los asociaban con la protección, y consideraban que eran una encarnación de la diosa Bastet, que representaba el amor, la fecundidad, la belleza y la protección. Si una persona mataba un gato, intencionalmente o por accidente, era sentenciado a muerte.
Las historias de estos animales se pierde en la noche de los tiempos. Dicen que los perros, cuando mueren, se reencarnan en gatos abandonando su naturaleza canina tan dependiente y sumisa.
Roberto Carlos nos contó de un gato que estaba triste y azul. Antonio Flores cantaba que “Siete vidas tiene un gato”. Los Secretos escribieron sobre “una mujer que tenía unos ojos de gata”, y Rosario Flores popularizó en un disco de oro , que se convertía en gato, en un gato pletórico que derrocha emociones virales con un estribillo pegadizo.
Mi gato hace uyuyuyuyuh
Uyuyuh, mi gato hace ayayayayayay
Misifú que estás en los cielos, aunque no vuelvas a Ceuta, te quedan 6 vidas.
Gracias Carlos por la gran labor que haces, siempre defendiendo a los más necesitados ya sean animales humanos o no humanos.
Suelo leer todos tus artículos, me guan todos. Muchas gracias por hacer referencia al articulo que escribí sobre los gatos " Sanidad Animal y los gatos de la calle". Un abrazo