La batalla contra el terrible COVID-19 evidenció el compromiso de las Fuerzas Armadas y los Sanitarios, forjando una alianza que resultó decisiva en los momentos críticos. Ambos colectivos, en precario, no dudaron en poner toda su capacidad y entrega para salvar vidas.
La operación BALMIS, liderada por el JEMAD Villarroya, evidenció la coordinación ante situaciones de gravedad extrema, que distingue a los miembros de la Milicia.
En aquella triste coyuntura, muchos se implicaron para doblegar a la Pandemia y unos pocos, no dudaron en lucrarse de manera despreciable.
El “Koldogate”, ha desvelado las peores prácticas de aquellos que aferrados a la sombra del poder, recurrieron a medrar para conseguir sus nauseabundos objetivos. Enriquecerse en medio de una tragedia, resulta absolutamente imperdonable.
"En aquella triste coyuntura, muchos se implicaron para doblegar a la Pandemia y unos pocos, no dudaron en lucrarse de manera despreciable"
A medida que saltan a la luz nuevos detalles de aquella corrupta importación de mascarillas, el hedor resulta insoportable.
Villarroya, no dudó ni un minuto, en presentar su dimisión por un discutible orden en la recepción de las vacunaciones. Prefirió sacrificar su futuro profesional, a generar riesgo reputacional en las FFAA. Abalos, ha optado por aferrarse al escaño. Puede que resulte legal, pero de ninguna manera me parece ético.