Asistimos con pasividad e indiferencia a las muertes de personas en nuestra frontera. Indiferencia por la nula implicación de las administraciones en el avance en las identificaciones de quienes mueren al intentar el cruce a Ceuta.
Ese avance debe venir de la mano de infraestructuras necesarias para conseguir el mantenimiento de los cuerpos un tiempo prudencial que permita que fuerzas de seguridad y asociaciones hagan lo posible por conocer la identidad.
En una ciudad frontera no hay gesto más importante que ese. En una ciudad frontera no hay mayor logro que evitar que alguien sea enterrado sin lograr que su familia lo sepa.
Por mucho que se haya denunciado esta situación nada se hace. Los comunicados defendiendo los derechos de los inmigrantes, las manifestaciones que duran un día y al otro se olvidan carecen de la efectividad que necesita una ciudad que tiene un deber moral con una inmigración que nos llega por nuestra propia ubicación geográfica.
No me vengan ahora con eso de culpas, de llévatelos a tu casa, de podemitas, de negocios… no estamos hablando de nada de esto.
Es tan simple como hacer las cosas bien, disponer unas mínimas instalaciones y dotar de recursos para que podamos etiquetarnos como una sociedad desarrollada, empática y luchadora por los derechos.
Más se ganaría con gestos de este tipo que con partidas entre asociaciones de fines desconocidos que justifican con informes sin sentido o protestas ocasionales.
Entenderlo es sencillo, actuar barato, gestionar fácil. Lo complicado es tener el sentimiento adecuado y el corazón para que dejemos aparcado esa indiferencia que se ahoga en lo que bautizamos como convivencia sin serlo.
La policía y la guardia civil frente a La Pecera buscando a unos cuantos por el agua y por Benzu otros pocos