La obra de remodelación de la Estación de Ferrocarril se ha convertido en un auténtico culebrón que nadie deseaba. No es plato de buen gusto que en la vecina Tetuán luzca su alma gemela restaurada y bien cuidada mientras que la nuestra, marca histórica de esta ciudad, asoma cual vergonzoso esqueleto. Cierto es que todos los males que pudieran afectar a un proyecto de estas características se han cebado con la Estación, hasta el punto de provocar retrasos imposibles de asimilar. ¿Cuántos anuncios de fin de obra se han llevado a cabo? La hemeroteca recoge varios, pero ninguno cumplido. Es cierto la tenacidad de personas y áreas porque este asunto se desbloquee y se aceleren las actuaciones debidas, pero todo camina demasiado lento y ya resulta inviable anunciar plazos. Ahora los trabajos se centran en la limpieza de la locomotora y su traslado al interior de la Estación para después colocar la cubierta. Son pequeños pasos que van acortando el largo camino que queda por delante para salvar una parte de la historia de esta ciudad, sobre la que se cebaron desencuentros políticos y malas gestiones de las que tan solo merecen ya el olvido.