Era una de las obras fuertes con las que comenzaba la temporada, una de las grandes apuestas por las que la Consejería de Cultura ha decidido pugnar este nuevo curso, en palabras de su titular, “por una programación cultural de calidad”. Enmarcada en el programa ‘Platea’, ‘El pintor de batallas’ llevaba más de un mes siendo anunciado con la imagen de uno de sus actores (Jordi Rebellón) más célebres y conocidos, que ayer consiguió que el Auditorio tuviese un aforo casi completo. Pero no solo eso, esta obra también traía la firma, beneplácito y halago de Pérez Reverte como función homónima al libro del periodista y escritor. Una gran carta de ingredientes que fomentaban su atractivo. Y así, antes de las 21.00 horas, la Manzana del Revellín se completaba de asiduos y no tan asiduos al teatro que deseaban disfrutar durante algo más de una hora de una obra que se presentaba como un ‘thriller’ metafísico cargado de filosofía.
Unos quince minutos más tarde de lo previsto el suave murmullo que arrullaba la sala se fue desvaneciendo, las luces bajaron y la música comenzó a sonar. El rumor de las olas y el graznido de las gaviotas inundaron el auditorio y sobre el escenario él, Andrés Faulques, ese exfotógrafo de guerra atormentado al que dio vida Jordi Rebellón. Carcomido por los recuerdos, este personaje se encuentra retirado en un faro para poder pintar lo que en su momento no pudo fotografiar, hasta que llega su ‘víctima’, Ivo Makovik (Alberto Iglesias) exigiendo no solo explicaciones, sino con el pretexto de que lo va a matar, sentenciaba.
Víctima y verdugo comienzan entonces un largo y tedioso diálogo que evidenció lo que el director de la obra ya había anunciado: la fidelidad de la función al texto original. Pérez Reverte es de los que gustan, o no, sin medias tintas alberga adeptos y detractores por igual, por ello la función de ayer fue como visualizar cualquier novela del escritor. Un farragoso diálogo que se vio salvado por potentes aspectos como la escenografía y la gran calidad de las actuaciones.
Sin duda Rebellón e Iglesias fueron el salvavidas de la función. La presencia y potencia de sus respectivas actuaciones fue una muestra de su saber hacer sobre escena. Grandes actores con una curtida carrera de la que ayer dejaron muestra y que, además, supieron conectar y hablar el mismo idioma. Mención aparte merece el conseguido acento croata que se marcó Iglesias.
La escenografía también se hizo un desmarque y evidenció que en teatro no está todo visto. Compuesta por una pintura enorme que cubría el muro frontal y se fue completando a medida que avanzó la obra. Un gran mural digital que se vio perfectamente complementado por unos magníficos efectos sonoros.
‘El pintor de batallas’ se presentaba como una obra de la que se esperaba mucho, la historia y su trasfondo que trasgredía las simples trincheras del campo de batalla para mostrar los horrores de la guerra y el ser humano pero, sin embargo, se limitó a respetar el diálogo y la idea de lo que querían transmitirse los dos personajes. Se necesitó más interacción, más dinamismo, ambos personajes lidiaron una batalla carente de intensidad.
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