Cada 8 de septiembre se celebra el Día de Extremadura. Con retraso de un día, vaya por ayer mi felicitación para todos/as los extremeños/as, junto con mis más expresivas muestras de afecto y de solidaridad regional. Para quienes desconozcan los orígenes del Día de Extremadura, bajo la advocación de su Patrona la Virgen de Guadalupe, resumo la leyenda.
Tras la invasión de España por los árabes, monjes sevillanos refugiados en la dehesa Guadalupe, próxima al también río Guadalupe, tuvieron que huir acosados por los invasores, dejando enterradas algunas reliquias y la imagen de la Virgen, para preservarlas de su profanación. A un vaquero cacereño, llamado Gil Cordero, se le extravió una vaca a orillas del río, encontrándola muerta. Desconsolado, decidió extraerle la piel para aprovecharla; pero, al disponerse a hacerlo, el vaquero contempló atónito que el animal estaba vivo.
En ese momento, se le apareció la Virgen, diciéndole: “No temas. Yo soy la Madre de Dios (…). Toma tu vaca y llévala al hato con las otras y vete luego para tu tierra. Dirás a los clérigos lo que has visto. Diles también de mi parte que te envío yo allá. Que vengan a este lugar (…). Que caven donde estaba la vaca muerta, debajo de estas piedras: hallarán una imagen mía (…) Diles que no la muden ni lleven de este lugar donde ahora está, que hagan una casilla en que la pongan. Tiempo vendrá que en este lugar se haga una iglesia y casa muy notable y pueblo asaz grande”.
Gil Cordero marchó a Cáceres y contó lo sucedido a las autoridades. En principio, nadie le creyó. Pero la noticia comenzó a propagarse hasta hacerse pública y notoria. Religiosos y vecinos de Cáceres terminaron acompañándole al lugar de la aparición. Cavaron donde el vaquero encontró el animal muerto y, tal como la Virgen predijo, encontraron un pequeño sepulcro de mármol con una imagen de la Virgen, reliquias y documentos que relataban su historia. Sacaron la imagen y reliquias y construyeron una humilde ermita de piedra a modo de pequeño altar, en el que colocaron la imagen, que vigilaron familiares del vaquero.
Reinando en Castilla Alfonso XI, se encomendó a la Virgen de Guadalupe en la batalla del Salado. Los árabes eran muy superiores en número; pero Alfonso XI ganó aquella batalla contra todo pronóstico. El rey visitó la ermita en acción de gracia y decidió ampliarla y transformarla. En 1347 el monarca reconoció a Guadalupe como Puebla de “realengo”, sólo sujeta al rey, otorgándole una carta-puebla para repoblarla. En 1389 el ya Monasterio de Guadalupe fue confiado a la Orden de los Jerónimos.
A finales del siglo XV, la popularidad de la Virgen de Guadalupe creció enormemente gracias a la especial veneración de Cristóbal Colón, que llevaba siempre consigo una réplica de la Virgen en sus viajes a América. En 1485, antes de partir para el Descubrimiento, Colón acudió a Guadalupe a invocar su protección en tan difícil empresa. Desde Guadalupe los Reyes Católicos firmaron dos cartas, el 30-04-1492 y el 20-06-1492, urgiendo en ambas a Colón el comienzo del viaje. Cuando Colón descubrió en 1493 la Isla Karukera, le cambió el nombre por el de Guadalupe. Y bajo la advocación de dicha Virgen se conquistó y evangelizó América.
Allí surgieron numerosas advocaciones canónicas a la Virgen de Guadalupe, en México, Bolivia, Uruguay, Perú, El Salvador, Filipinas (Asia), convirtiéndose Guadalupe española en lugar universal de peregrinación. Es tanta la devoción que en América sienten por la Virgen desde entonces que en Méjico es rara la mujer que no se llama Guadalupe. Y los primeros indios que Colón trajo de América, Cristóbal y Pedro, fueron bautizados el 29-07-1496 en Guadalupe, llamada por eso “Pila bautismal del mundo”.
El 20-03-1907 Pío X declaró canónicamente a la Virgen de Guadalupe Patrona de Extremadura. Y el12-10-1928 (Día del Pilar), la Virgen de Guadalupe fue coronada con el título de “Hispanorum Regina” (Reina de las Españas), llevándolo esculpido en su corona, siendo la única imagen que lo ostenta. A la solemne ceremonia de coronación asistieron el Cardenal Primado, Pedro Segura, en nombre de Pío XI, y el rey Alfonso XIII. En el orden civil, el 19-01-1929 el Real Monasterio de Guadalupe fue declarado Monumento Nacional Histórico-Artístico. Por Ley 4/1985, de 3 de junio, la Junta declaró el 8 de septiembre Día de Extremadura. Y el día 11-09-1993, el Monasterio de Guadalupe fue declarado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad.
Los usos y costumbres autonómicos hacen que toda celebración del día de una región no sería completa sin que estuviera acompañada de alguna reivindicación, siempre que sea razonable y pacífica. Y vengo defendiendo en mis artículos que el Día de la Hispanidad, celebrado el 12 de octubre en Zaragoza bajo el patronazgo de la Virgen del Pilar, debería celebrarse con mejor derecho en Extremadura, por ser la Virgen de Guadalupe la que oficialmente ostenta el título de “Reina de las Españas”, denominación antes dada al conjunto de España y naciones hispanoamericanas. Lo digo con mi mayor respeto a Zaragoza y veneración hacia la Virgen del Pilar, que tanta fe y devoción también profesa el mundo católico.
Igualmente vengo poniendo de manifiesto la flagrante injusticia que se comete con Extremadura desde el año 1222 (hace 787 años), al seguir imponiéndole que Guadalupe y 31 pueblos extremeños continúen perteneciendo eclesiásticamente al Arzobispado de Toledo, pese a estar situados en territorio extremeño y ser la Virgen de Guadalupe Patrona de Extremadura. ¿En qué cabeza humana cabe que la Patrona de una Comunidad pertenezca a otra región distinta, como si de una colonia eclesiástica se tratara?. Con ello se discrimina a Extremadura y los extremeños, único territorio eclesiástico que queda sin regionalizar.
¿Fíjense el absurdo contrasentido que se da, que existiendo el Arzobispado de Extremadura, su Arzobispo no pueda ejercer jurisdicción sobre una parte de Extremadura?. Además, con ello la Iglesia incumple sus propias normas canónicas que para sí se ha dado. Que los extremeños reclamemos por fe que nuestra Patrona sea “extremeña”, como naturalmente lo es y ambas jurisdicciones, eclesiástica y civil, la han proclamado, sin tutela alguna de Toledo, la propia Iglesia debería alegrase de ello en un mundo cada vez más desafecto y secularizado, en lugar de darle la espalda a la sociedad cristiana extremeña en tan insistentes peticiones. Como fiel creyente, respetuosamente pienso que esa injusticia clama al cielo y es una aberración.
En lo religioso, los extremeños sentimos hacia Guadalupe y nuestra Patrona la Virgen profunda fe y fervorosa devoción. Y en lo civil, Guadalupe nos despierta hondos sentimiento y un profundo espíritu solidario y de hermandad regional, porque consideramos que es el símbolo más emblemático y representativo de nuestros sentimientos regionales. Guadalupe es depositaria de nuestros valores y de nuestra identidad extremeña; es el signo que más nos concita y nos une en torno a nuestra “tierra” y a las más puras esencias del ser y sentir extremeños.
Los seres humanos solemos tener tres “patrias”: Las mías son: España, como realidad nacional histórica e inmanente, herencia patrimonial recibida de nuestros mayores que, con su lucha heroica, sangre derramada, trabajo afanado y sacrificado esfuerzo, nos fueron transmitiendo de generación en generación. Somos ahora nosotros los legítimos depositarios de tan valioso legado patrimonial español, teniendo nuestra inexcusable obligación e ineludible deber de transmitirla a nuestros hijos, al menos, tal como la recibimos.
Mi “patria” regional es Extremadura, tierra donde nací, entendida como mi propia “tierra” y de todos los extremeños. Ser “extremeño” es el título que más me identifica cuando por todas partes voy orgulloso y satisfecho diciendo que lo soy. Extremadura es como algo mío que llevo ínsito en mi propia personalidad, que me marca y me determina. Las notas del Himno de Extremadura la definen como “patria de glorias, suelo de historia, tierra de encinas y de paz”. Los extremeños tenemos a Guadalupe como centro espiritual de Extremadura, como nuestra referencia identitaria más emblemática, por arraigo popular y por la dimensión histórica y cultural que representa para el pueblo extremeño.
El escritor y poeta, Luis Álvarez Lencero (Badajoz), vio así a Extremadura: “Anchos atardeceres de nuestra tierra/ bravos campos de Extremadura/ mares de trigo, ejércitos de encinas/ y rebaños de ovejas como espumas”. Y el poeta, castellano-extremeño Gabriel y Galán la cantó en numerosos versos. Uno: “Busca en Extremadura soledades/ serenas melancolías/ profundas tranquilidades/ perennes monotonías/ y castizas realidades”. Y Pedro de Lorenzo, escritor y poeta, de Casas de Don Antonio (Cáceres), decía todo pletórico: “Lejos de Extremadura, yo soy un extremeño, que no querría ser otra cosa si, para serla, tuviera que dejar de ser extremeño”.
También José López Prudencio, escritor (Badajoz), escribió: “Extremadura tiene una acentuadísima personalidad regional que le distingue de todas las demás regiones de España […] Este es el temperamento de los extremeños: “Las audacias para innovar, las inflexibilidades para transigir, las firmes aficiones a lo tradicional y castizo digno de conservarse, enemiga irreconciliable con la rutina, los altos ensueños y las feroces ironías. Igualmente, Vicente Barrantes, poeta (Badajoz), aseveró: “Extremadura es una región que ha llenado la historia, y luego ella ni siquiera tiene la suya, a pesar de haber dado a la Patria las mayores grandezas”.
Marcelo Rivas Mateos, de Serradilla (Cáceres), llamado el científico universal, dijo: “Los extremeños, dieron por España tantas vidas cuantas vidas se necesitaron. Lo hicieron sin protestar, abrazados a la bandera nacional, y en silencio, que es como se sufre el verdadero dolor”. Y el Rey emérito, D. Juan Carlos I, exclamó en 1992 en Cáceres: “¡Ya es hora que España salde con Extremadura la deuda histórica que de antiguo con ella tiene contraída!”.
Y luego tengo mi “patria chica”: Mirandilla, mi querido pueblo. Es la más profunda y la más intensa de mis “patrias”. La del sagrado recinto del hogar familiar en la calle Arenal, donde con tanto cariño mis padres mecieron mi cuna; cogidito de sus manos aprendí a dar mis primeros pasos; fue la “patria” que primero me cobijó y sustentó, la de mi infancia, mi niñez y mis juegos infantiles; donde por primera vez pensé y sentí con espíritu extremeño; donde tuve mis primeras ilusiones y acaricié mis anhelados sueños, con creces hoy realizados.
En ella descansan eternamente mis seres queridos, tronco y raíces de los que procedo; es la “patria” que me hace nacer los más puros sentimientos, nostalgias, añoranzas e imborrables recuerdos; en la que más pienso cada día y en cada momento y en la que con mi imaginación más me recreo. Y es que, cuando de niño se vive y se crece en el pueblo, se graban tanto las cosas en él vividas que ya no se olvidan nunca y duran para siempre. Allí en Mirandilla soy feliz siempre que vuelvo a reencontrarme con sus campos, sus lindos paisajes, sus preciosas vistas placenteras y su gente noble, sencilla y buena, respirando a pleno pulmón la más pura naturaleza.
Al pueblo de uno, como más se le recuerda es desde la distancia, porque es cuando no se tiene cuando más se necesita y más se echa de menos. Quienes viven en él disfrutándolo siempre, no lo echan en falta. Decía el gran jurista y elocuente orador, Juan Donoso Cortés, Don Benito (Badajoz): “Me debo y entrego a la ‘tierra’ entre los míos. Hago pasar y repasar aquí, como sombras queridas, los días de mi infancia, y así me vuelvo niño para ser feliz”.
Cuánta razón tenía el insigne poeta Antonio Machado, al decir: “Quien no ama a su pueblo, no es bien nacido”. Luis Chamizo, de Guareña (Badajoz), fiel intérprete de nuestra vieja lengua extremeña, dijo: “La patria querida (se refería a la “patria chica”) y la madre de los hijos, son lo ‘mesmo’”. Y el poeta Juan Pablo Fornés, llamó a su Mérida natal: “Solar querido, donde la apacible virtud meció mi cuna”.
Pues, aunque con un día de retraso: Feliz Día de Extremadura, paisanos/as, y que muchos años más podamos celebrarlo, presentes o ausentes. Y, cuando Dios quiera, en una Guadalupe eclesiásticamente extremeña.