50 monos más maduros
En estos días inciertos que vive el cine todos sabemos cuáles son las reglas del juego y dónde reside el secreto del éxito de convocatoria de una película. Los tiempos van cambiando para bien y para mal, y si se me ocurre un día empezar esta sección con el número 50, tengo por seguro que a no pocos les vendrá a la cabeza sin seguir leyendo que pretendo hablar al respetable del Grey de las narices y de todas sus sombras (con entonación ofensiva).
En realidad, siento si decepciono a alguno o alguna, estoy hablando del 50 cumpleaños del estreno de El planeta de los simios, evento que traspasó fronteras más allá del género de la ciencia-ficción, al que puso patas arriba.
En 1968 muchos no habíamos nacido, había que ser muy osado para reunir al gran público en una sala de cine sabiendo que un gran sector de la opinión iba a ser "¿pero esto qué narices es?" (aunque sólo como primera reacción, porque la cosa no fue nada mal en taquilla, puesto que recaudó seis veces más de lo que costó sólo en el mercado norteamericano).
Charlton Heston, estrella rutilante del momento, en taparrabos compartiendo plantel con un reparto transformado en monos… Y ya lo creo que lo parecían. Uno de los milagros de esta cinta es la oscarizada labor de maquillaje de John Chambers, que mantiene cinco décadas después los impresionantes efectos logrados. Nada de ordenador, oficio al viejo estilo, talento y mucha imaginación.
La historia sitúa a Heston como George Taylor, el líder de una expedición espacial de larga duración que se estrella en un planeta desconocido y extraño, dominado por primates que han evolucionado su intelecto y donde lo más parecido al ser humano es una criatura inferior incapaz de comunicarse con palabras. Cuando descubren que el astronauta sí que sabe hablar, los lugareños, que se sienten amenazados, deciden eliminarlo…
Reconociendo un cierto regusto rancio a lo "macho alfa" del protagonista, y elementos que ahora llaman la atención por su inocencia como el hecho de que los simios hablen y escriban perfecto inglés, tal cual lo conocemos, o que "juren" que algo es cierto, la idea no sólo rompió moldes, sino que el éxito de la misma dio para infinidad de secuelas y precuelas que han cambiado de siglo llegando con muy meritorio éxito hasta nuestros días.
"Quita tus sucias patas de encima, mono asqueroso" es una de las frases que por motivos de guión y circunstancia han quedado escritos en la memoria de la cultura popular. Se trata de todo un clásico que se ha buscado un hueco en la historia del cine no sólo por ser una magnífica reflexión metafísica y coyuntural (se sitúa cronológicamente su estreno en plena Guerra Fría) sobre la condición humana, sino por tratarse de una película con altas cotas de entretenimiento y emoción; y ello además de poseer uno de los mejores finales de todos los tiempos, tan bueno que por mucho que todo el mundo se lo sepa de memoria, por si acaso hay algún (afortunado) despistado, me resisto a contarlo.
Resulta paradójico asistir en esta obra anti bélica lo reconocidamente cómodo que se sentía su célebre actor principal con un rifle en la mano (en una secuencia hace incluso gala de ello). Irónicas contradicciones que tiene la vida…
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