Opinión

La relaciones España-Marruecos

Las relaciones de España con Marruecos, sin ser ahora malas, no parecen últimamente discurrir todo lo fluidas que cabría desear. La visita a Rabat del presidente del Gobierno español no acaba de encontrar hueco en la apretada agenda del rey marroquí. El país vecino no deja de poner trabas a la resolución de los problemas fronterizos de entrada y salida de personas y mercancías de Ceuta, el llamado porteo “atípico” en la frontera con el Tarajal, acabando de ordenar un estudio sobre su impacto económico sobre Marruecos, que más puede perjudicar a los marroquíes. La labor de asfixia económica sobre Ceuta y Melilla es evidente. Y la salida masiva de pateras abarrotadas de emigrantes hacia España, que mirando Marruecos con su vista gorda hacia otro lado no acaba de ver. Son todas señales bien patentes de lo que digo, también avalado por la evidencia de la riada de miles de personas que nos llegan, explotadas por las mafias marroquíes, que siembran el mar de tumbas. Aunque es de reconocer que las actuales relaciones ahora son bastante más fructíferas que en el pasado, porque desde hace más de 400 años, de forma cíclica han estado salpicadas de pésimos desencuentros, incluso bélicos, que se alternaron con provechosos períodos de paz y buena vecindad. Hoy traigo a colación dos ejemplos de lo uno y lo otro: los reinados de Mohamed Abdallah (1757 a 1790) y de su hijo Muley Al Yaziz (1790-1792); haciendo notar a quienes desconozcan la historia de esa alternancia paz-guerra (hostilidades, sitios, cercos, ataques, batallas) fueron siempre una constante de Marruecos contra Ceuta y Melilla, en su obsesiva pretensión de anexionárselas. Primer ejemplo. El rey marroquí Mohamed Abdallah, que si bien en principio había sido muy belicoso contra España, pretendiendo conquistar por las armas Ceuta, Melilla, Peñón de Vélez y Alhucemas, cuando vio fracasados sus intentos, recondujo su política hostil hacia la paz y las buenas relaciones comerciales con España; seguramente, guiado por el aserto árabe que dice: “si no puedo con mi enemigo, me alío con él”. Y también atendiendo al viejo principio de economía que indica que, “si dos países negocian, siendo uno productor excedentario de bienes, y los vende al otro que es deficitario de esos mismos bienes y, viceversa, ambos países salen ganando”. Cuando Mohamed Abdallah vio que con España no podía, firmó en 1767 un tratado hispano-marroquí de paz y comercio. Marruecos exportó a España ingentes cantidades de trigo, coincidiendo con sus buenas cosechas cuando las españolas fueron pésimas. Permitió la pesca de barcos españoles dentro de sus aguas y fondear libremente en los puertos de Larache y Tetuán, lo que permitió a nuestra flota navegar con mayor seguridad por el Atlántico rumbo a América en momentos en que la Armada británica, en represalia de que España se aliara con Francia por el tratado de San Ildefonso de 1796, nuestros buques eran atacados y saqueados por navíos piratas británicos que desde Gibraltar les salían al encuentro. Y España ayudó mucho a Marruecos en todos los aspectos. Y aquellas buenas relaciones hicieron florecer mucho el comercio de ambos países.

Segundo ejemplo

Durante el reinado de su hijo Muley Al Yaziz, que en 1790 se autoproclamó rey tras la muerte de su padre, en perjuicio de los derechos hereditarios de sus hermanos. Este rey fue muy distinto. Ya en 1769 intentó derrocar al padre, pese a que lo integró en su gobierno desde muy joven. Fracasado en el intento, se refugió en Tetuán hasta que el padre falleció. Lo primero que hizo al iniciar su reinado fue masacrar a los judíos tetuaníes sólo porque apoyaron al padre. Saqueó sus viviendas, asesinó a muchos de ellos, violó a sus mujeres, les expropió todas sus propiedades, obligándoles a pagar grandes sumas de dinero. Marruecos declaró la guerra a España, alentado por Inglaterra, sitiando Ceuta y Melilla. Con ello, no sólo produjo inútilmente numerosas muertes por ambas partes, sino también un enorme coste económico, sacrificios, miserias, sufrimientos y penalidades. Mandó llamar a todos los cónsules que habían negociado con su padre, comunicándoles que las únicas naciones cristianas con las que quería continuar relaciones de paz serían Inglaterra y la que fue República de Ragusa, entonces formada con partes de Croacia y Montenegro. Se quitó trágicamente del medio a Mohamed el Larbi, que había sido Ministro principal con su padre, partidario de mantener buenas relaciones con España, al que mandó amputarles ambas manos que aparecieron clavadas sobre la puerta del Consulado de España en Tánger, y su cabeza decapitada ordenó colocarla en el hospicio español de los franciscano en Mequínez.

España y Marruecos encauzan sus relaciones por vía pacífica de amistad y vecindad

Viendo la situación tan explosiva, el embajador español en Rabat, González Salmón, solicitó de Madrid que nuestra fragata “Santa Catalina” permaneciera anclada en el puerto por si se veía obligado a abandonar Marruecos precipitadamente. Al Yaziz mantuvo como rehenes a los franciscanos y otros españoles a los que detuvo. Armó un ejército de 17.000 hombres para atacar Ceuta, y dio cuatro días para que el embajador español abandonara Marruecos, que tuvo que marcharse a prisa y corriendo con los españoles que con él quisieron embarcar para España. Tras haberse hecho a la mar, la fragata española apresó dos jabeques marroquíes con intención de canjear sus tripulaciones por los rehenes españoles. Al Yaziz montó en cólera y mandó cortar la cabeza a dos vigilantes suyos a los que había encargado la vigilancia de los diplomáticos españoles; y, como no se enteraron de su salida, él mismo asesinó a su gobernador de Tánger, ordenando luego que su cabeza fuera colgada en el balcón del Consulado español, junto a los guardianes confidentes que le habían fallado.
GRAF1069. MADRID, 20/10/2018.- El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska (i), conversa con su homólogo marroquí, Abdelouafi Laftit (d), durante la reunión que han mantenido hoy en Madrid para abordar principalmente la problemática de la inmigración irregular. EFE/ J.P. Gandul
El 25-09-1990 los marroquíes comenzaron a bombardear Ceuta. Al Yazid intentó a toda costa conquistarla recurriendo bombardeando sus Murallas hasta abrir alguna brecha para poder entrar y tomarla al asalto; pero no lo lograron. Los defensores españoles resistieron con valor y dignidad inusitados e hicieron retroceder a los sitiadores atacantes. Ceuta estuvo defendida entonces por 12.228 hombres. Marruecos la atacó con 20.000, apoyado por Inglaterra, que le facilitó expertos artilleros para dirigir sus diez potentes piezas artilleras desde lo alto del Serrallo y el suministro de pertrechos de guerra desde Gibraltar, instalando diez baterías en Terrones, Otero, Talanquera, Benítez, Morro de la Viña, Tramanquera, Puntilla, Cañaveral, Ceuta la Vieja, El Mirador y media luna del Flamenco. Poco después de comenzar Al Yaziz el ataque, el 10 de octubre, solicitó al gobernador español, general Urbina, una entrevista. Al Yazic envió a la misma a su primo Alí, que exigió un nuevo tratado de paz que incluyera la entrega a Marruecos de Ceuta y Melilla. Urbina le puso como condición previa para parlamentar que levantara el asedio y retirara también las fuerzas que hostigaban Melilla. Alí aceptó sus condiciones, comprometiéndose a retirar también las que presionaban sobre los Peñones. Cuatro días después reanudó las hostilidades e intentaron un nuevo asalto a Ceuta. Al Yaziz solicitó parar la guerra y se mostró dispuesto a enviar un embajador a Madrid para negociar la paz. A la vez, tuvo que hacer frente a la rebelión contra él de sus hermanos sublevados. Después, trató de negociar con nuestro rey Carlos IV, que le respondió declarándole la guerra por real Orden de 15-08-1791. Al Yaziz volvió a intentar nuevos asaltos, pero resultaron igualmente fallidos. Como resultado de aquella propuesta, se estableció una nueva tregua después de que los representantes de Al Yazid se hubieran comprometido a retirar la artillería del campo de Ceuta antes del 30 de septiembre. Al día siguiente, comenzaron a llevarse a Tetuán municiones y pertrechos, aunque las baterías continuarían en su lugar. El 18 de octubre, Al Yazid comenzó a retirarse partiendo en dirección a Tetuán, llevándose la caballería y la mayor parte de la infantería. No obstante, Ceuta continuaba amenazada por los cañones y los morteros marroquíes, y tres días más tarde, el gobernador de Salé manifestó que no consideraba necesario que se desmantelaran las baterías. Observándose desde Ceuta el inicio de nuevos trabajos de asedio en el campo marroquí que incluían la construcción de una mina, se decidió realizar una salida para desmantelarla, acción que provocaría la cólera de Al Yazid, quien incluso se replantearía reanudar las hostilidades, aunque los marroquíes continuarían desmantelando sus instalaciones y ya habían retirado la mayor parte de su artillería a finales de octubre, pero como todavía quedaban en pie los emplazamientos de las baterías y la mina, por parte española se decidió efectuar una nueva salida para desmantelarlas el 30 de aquel mes. Al día siguiente, la guarnición ceutí destruyó e incendió las instalaciones que habían alojado las baterías, y desmanteló la mina con dos ataques. Tres meses y medio después, el 18-02-1792, Al Yazid moriría a causa de las heridas que había recibido el día anterior en un enfrentamiento con Muley Hisham, uno de sus hermanos que había obtenido el apoyo de España en su pugna por el sultanato, agradeciendo a Carlos IV la ayuda que le había prestado, manifestándole sus deseos de paz. No obstante, la desaparición de Muley Yazid no puso fin a la lucha fratricida que se disputó por la sucesión, que no finalizaría hasta 1797 con la victoria de Muley Suleimán, tras lo cual comenzaría una nueva etapa de relaciones pacíficas, que volvieron a ser muy provechosas para ambas partes. Pero, ¿por qué tantas guerras, sitios y cercos contra Ceuta y Melilla?. Para quienes no conozcan su historia, hay que señalar que el origen de estos repetidos conflictos siempre fue el mismo: la insistencia de Marruecos por anexionarse ambas ciudades. Y aquí, como tengo acreditado en un estudio jurídico recogido en mi libro “Ceuta, pasado y presente”, desde el punto de vista del Derecho Internacional, la controversia se inclina toda en favor de España, a la luz de los numerosos tratados bilaterales en los que Marruecos tiene expresamente reconocida la soberanía española, en aplicación de las normas internacionales y expresamente reconocida por varios reyes marroquíes. Marruecos el único argumento que puede esgrimir a su favor es que ambas ciudades son africanas. Pero la geografía no hace los Estados, sino la historia, la posesión, la soberanía y el Derecho Internacional. Y hay numerosos territorios que pertenecen a un solo Estado, pese a estar situados en varios continentes. La conclusión a que necesariamente debemos llegar es que, cuando España y Marruecos encauzan sus relaciones por vía pacífica de amistad y buena vecindad, resulta siempre muy favorable para ambos países en todos los terrenos, pudiendo vivir en paz y en buena armonía. Por el contrario, cualquier desviación hacia la confrontación, que hoy no se explicaría, no traería nada más que perjuicios a los intereses de ambos Estados. Concretamente, en el caso de Ceuta, cada vez que el vecino país ha intentado conquistarla, ha ido sucesivamente empeorando su propia posición. Y en pleno siglo XXI, las controversias y conflictos entre Estados civilizados deben dirimirse por vía pacífica y con instrumentos diplomáticos de negociación; pero en ningún caso por la fuerza bruta como en el pasado trataron de hacerlo Muley Al Yaziz y otros monarcas alauitas. Aunque es cierto que España y Marruecos han mantenido numerosos conflictos, también lo es que ambos países están vinculados por lazos históricos de vecindad, intercambios humanos y económicos, un pasado y una convivencia compartida durante casi ocho siglos de musulmanes en España, y de españoles en Marruecos. España nunca fue enemiga de Marruecos, sino que su presencia en el viejo Protectorado le supuso una dura carga que le fue impuesta por mandato de La Conferencia Internacional de Algeciras, para ejecutar la orden de protección y tutela. Y con esa protección de España se salvó la monarquía alauita, que Francia quiso cambiar y Ab El-Krim incluso llegó a declarar la República del Rif. España realizó en Marruecos una ingente y encomiable obra de inversiones en carreteras, comunicaciones, infraestructuras, educación, ayuda y servicios; siendo así que hasta que en 1956 abandonó Marruecos, España no pudo dedicarse a promover su propio desarrollo, porque gran parte de sus medios tuvo que dedicarlos a pacificar Marruecos.

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