Opinión

30 de junio de 1911: los Regulares de Marruecos (2)

Protectorado, un término confuso

Marruecos atravesó una guerra civil entre 1902 y 1909 cuando el llamado Roghi se proclamó heredero al trono y luchó contra el Sultán hasta que fue vencido por los rifeños que lo entregaron y, tras ser paseado por los zocos en una jaula, fue arrojado a los leones. Pero durante 7 años, el país sufrió esa cruel contienda que enfrentó a unos marroquíes contra otros.

Otra guerra iba a tener lugar al proclamarse el Protectorado. En 1912 reinaba la anarquía en Marruecos. Una parte del país no reconocía la autoridad del Sultán y las potencias occidentales no estaban dispuestas a permitir este foco de subversión a las puertas de Europa. Esta fue la excusa que utilizó Francia para forzar al citado monarca a la firma del Tratado que, en dicho año de 1912, permitió la instauración del Protectorado, por el que el mencionado Sultán perdía su poder que pasaba al Residente General francés. En el norte ocurrió otro tanto y España pasó a ejercer la máxima autoridad por encima del Jalifa o delegado del citado Sultán.

El pueblo marroquí no entendió nunca la técnica del Protectorado. Los cabileños no consideraban a las tropas españolas como delegadas del Sultán, sino como infieles que invadían su territorio.

Dámaso Berenguer y Fusté no solo creó las Fuerzas Regulares, sino que dirigió la conquista de Chauen en 1920, fue Alto Comisario y desempeñando posteriormente varios cargos políticos.

No obstante, España y Francia, como hacían todas las potencias coloniales entonces, aprovecharon el hecho de que el país carecía de unidad nacional y que las cabilas combatían entre sí, no existiendo ninguna unión entre rifeños y yebalíes por ejemplo, salvo la religión islámica. Por tanto, fue fácil conseguir que los Regulares combatieran contra sus compatriotas, a los que consideraban extraños como a los españoles.

Aunque cueste creerlo, un yebalí tenía poco en común con un rifeño y la zona sur era completamente ajena a los hombres del norte. Esa falta de conciencia nacional y de nacionalidad al estilo europeo, permitió a franceses y españoles crear unidades indígenas que, en general, eran llevadas a luchar a zonas lejanas de su cabila o tribu, aunque en el Protectorado Español se dieron casos de llevar a los Regulares a luchar con los de su misma cabila.

Ilustración de Mariano Bertuchi que recoge un desfiles de fuerzas indígenas

Primeros combates

Efectivamente, los primeros tiempos fueron difíciles. La recluta llevó a los Regulares a personas honradas, pero también a numerosos desertores, ladrones y salteadores de caminos. Mola explica que, a falta de medios económicos, el primer uniforme consistió “en una chichia, una chaquetilla corta de tela kaki abierta por delante, chaleco azul abrochado al costado, faja del mismo color, zaragüelles grandes de la misma tela que la chaquetilla, polainas de cuero, zapatos y babuchas. Como prenda de abrigo, la chilaba parda rifeña para infantería y el albornoz para caballería. El correaje era de tres cartucheras con una canana en bandolera”.

Pero volvamos a 1912 en la zona de Melilla, donde el prestigioso Mohamed el Mizziam capitaneaba la guerra contra España, con unos combates basados en la defensa de la ciudad de Melilla y las explotaciones mineras, porque aún no existía el Protectorado. La lucha de los rifeños entonces era contra unas tropas invasoras que pretendían mantener las referidas explotaciones mineras y la paz en los alrededores de Melilla.

Con todos los inconvenientes mencionados, las nuevas tropas de Regulares empezaron a combatir. Las deserciones aumentaron. El Mizziam ejercía una influencia decisiva sobre los indígenas y continuaron produciéndose desapariciones de áskaris o soldados que se pasaban al enemigo con su fusil y los conocimientos adquiridos. El fusilamiento de los desertores delante de sus compañeros no daba resultado alguno.

Más que vigilancia hombre a hombre, Berenguer era partidario de que el oficial al mando de cada unidad, se ganara a los componentes de ésta a base de prestigio y valor personal. Así opinaba el teniente Jaime Samaniego y Matínez Fortún que alardeaba de tener más prestigio para los hombres de su sección que el propio el Mizziam. Pronto habría de comprobarlo.

El 15 de mayo de 1912 -el Protectorado se crearía en noviembre de ese año- el General Navarro (que luego caería prisionero de Abd el Krim y sería Comandante General de Ceuta) mandaba una de las seis columnas que actuaron esa jornada contra el Mizzian. A sus órdenes estaban los tres Escuadrones de Caballería de las Fuerzas Regulares Indígenas de Melilla y debía ocupar el poblado al que llamaban Ulad ben Kadur.

El teniente Samaniego avanzó por la derecha cubriendo las alturas, Núñez de Prado con su unidad se desplegó por la izquierda y Berenguer avanzó por el centro con hombres a sus órdenes como los tenientes Franco y Mola.

Uno de los abanderados de la Fuerzas Regulares Indígenas

Fue el teniente Samaniego el que tuvo que cargar contra los rifeños que se reagrupaban entre las rugosidades del terreno. Un certero disparo le hirió en el pecho, pero continuó la carga y entró el primero en la masa enemiga, siendo alcanzado por un segundo disparo. Samaniego cayó herido de muerte junto a su caballo que había sido acribillado también. Llegaron refuerzos y el enemigo tuvo que retirarse dejando a sus bajas sobre el campo.

Uno de esos muertos rifeños había sido identificado por los soldados españoles como jefe de la harka por su prestancia y atuendo. Ahora yacía inmóvil muy cerca del cadáver del teniente Samaniego. Tenía una carabina Mauser en las manos, revólver al cinto y sobre sí un sello personal, un rosario y un Corán. Enseguida fue reconocido. Era Mohamed el Mizziam, mítico caudillo de los rifeños.

El éxito fue enorme para los Regulares. Prácticamente ellos liquidaron la campaña porque los harkeños se disolvieron al conocer la muerte de su jefe, al que consideraban invencible por tener lo que los musulmanes llamaban baraka. El costo de la acción había sido importante pues hubo demasiadas bajas en las filas españolas y entre ellas la del teniente Samaniego muerto y los tenientes Núñez de Prado y Mola, heridos. Samaniego fue ascendido a capitán sobre el terreno, cerca del cadáver del Mizziam y cuatro años después, en abril de 1916, se le concedió la Laureada de San Fernando.

La acción de Ulad ben Kaddur consagró a los Regulares como unidad de élite y comenzaron a olvidarse las dudas de los primeros días, para proceder a crear nuevos Grupos: Larache número 4 en 1914, Ceuta número 3 en 1915, Melilla número 2 en 1916, Alhucemas número 5 en 1922. Otras unidades serían organizadas después de la guerra civil.

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