La vida del agente del Cuerpo Nacional de Policía, Mohamed Ahmed Abderramán, quedó truncada hace 26 años, cuando un comando de la banda terrorista ETA terminó con su vida cuando se encontraba custodiando a los camioneros franceses en la autopista A-8 de Irún. Aquellos 80 eran difíciles en el norte, las amenazas de la banda contra las fuerzas de seguridad del Estado eran constantes y los atentados cada vez más sangrantes. El coche bomba cobraba protagonismo en una década marcada por el récord en víctimas de ETA.
Aquella noche del 23 de noviembre Mohamed estaba de servicio. Y no porque le tocara, sino porque había cambiado expresamente su turno para poder acompañar a su mujer Aixa al médico, ya que una de las niñas del matrimonio, Himo, afectada por una parálisis cerebral, tenía que pasar revisión. Mohamed se encontraba en la autopista Bilbao-Behobia, había salido de su coche para acercarse al de otro compañero para pedirle un cigarro cuando recibió el impacto de una granada. Murió al instante, mientras que su compañero, el agente Carlos Mata, quedaba herido de gravedad. La granada fue lanzada desde un monte cercano en donde estaban apostados terroristas de ETA para ametrallar a camioneros franceses, armados con fusiles de asalto y un lanza granadas, en repulsa por las primeras extradiciones de presos etarras concedidas por el Gobierno de París. La vida rota de Mohamed se incluye ahora en un recopilatorio de otras vidas que han recogido en un libro Rogelio Alonso -profesor de Ciencia Política-, Florencio Domínguez -redactor jefe de la agencia Vasco Press- y Marcos García Rey -doctorando en Análisis de Prevención del Terrorismo-. El libro ‘Vidas rotas’ recoge precisamente las historias de esas víctimas del terrorismo. Es la primera vez que se recoge en un libro la historia y semblanzas de las cientos de víctimas de ETA, contando datos personales de esos civiles y militares cuyas vidas quedaron truncadas y que hoy las aglutinamos en las llamadas víctimas del terrorismo.
Entre esas historias está la del ceutí Mohamed, al que cada día recuerdan su viuda Aixa y sus hijas Kinsa, Himo, Nawil y Mohamed Bilal que nació tras el asesinato de su padre y que hoy es el reflejo físico de su progenitor.
Cada 23 de noviembre es un año más de recordar aquellos momentos. Cuando Aixa, embarazada, recibió la noticia de la muerte de su esposo. Cuando se vio rodeada de cientos de personas, marcada por los terroristas y sola con tres hijas a su cargo -una con parálisis cerebral- y un hijo en camino. Para Aixa releer las páginas del ejemplar que ha recibido de ‘Vidas rotas’ le ayuda a comprender el drama de otras familias como la suya, que de la noche a la mañana fueron despojadas de sus seres queridos porque a unos criminales les dio por elegirles como víctimas. A los treinta y siete años la vida paró para Mohamed, el chico de Los Rosales que fue churrero y camarero antes de policía y que optó por marchar al País Vasco para cobrar el plus de peligrosidad y hacer frente a los gastos médicos derivados de la enfermedad de la pequeña Himo.
En 1989 la sección III de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional condenó a los etarras José Antonio López Ruiz y José Miguel Latasa a 27 años de cárcel por este atentado. Más tarde, en 2002, sería condenado otro etarra más, Miguel Ángel Gil Cervera.
El cadáver de Mohamed fue trasladado desde el País Vasco hasta Algeciras para recibir sepultura en Ceuta. Otro golpe más para la familia: se le trasladó en una ambulancia, amarrando las puertas traseras con cuerdas ya que el ataúd sobresalía de la carga. En Algeciras, la Policía, indignada, protestó haciendo que el ataúd fuera introducido en un coche fúnebre para su traslado la ciudad. El por aquel entonces comisario de Algeciras, Valentín Fraile, mostraba su indignación mientras el SUP emitía un comunicado de repulsa por el trato dado a quien perdió la vida convirtiéndose, tristemente, en un crespón negro más en la larga lista de asesinatos dejados por ETA.
Un año antes Mohamed había detenido a un comando etarra
Aixa siempre ha pensado que la muerte de su esposo tuvo un origen. Y es que un año antes Mohamed formó parte del grupo de agentes que consiguieron detener a un comando etarra que disponía de documentación y planes para llevar a cabo varios atentados. Interceptaron el vehículo que ocupaban en la calla Fuenterrabía, deteniendo a sus cuatro ocupantes: los terroristas Arriola, Blanco, Hernández y Michelena. En el coche se les encontró varios manuales de ETA en los que se especificaban planos de comisarías y cuarteles con puntos concretos en donde actuar. En el registro se halló además una libreta con direcciones, teléfonos y matrículas y órdenes de cómo actuar. Aquella intervención se llevó a cabo un 18 de noviembre de 1983. Curiosamente un año después mataban a Mohamed.
Una ley permitirá beneficiar a las víctimas de la banda etarra con trabajo
El PSOE plantea un trato especial en las oposiciones y puesto de trabajo público para las víctimas de atentados terroristas.
Al igual que hay unas plazas reservadas para personas discapacitadas, habrá ahora un cupo para personas víctimas del terrorismo. Es una forma de ayudar a quienes de la noche a la mañana se han quedado sin sustento económico. En el caso de la familia de Mohamed, es mucho lo que ha tenido que luchar Aixa para sacar, sola, a sus cuatro hijos adelante. De hecho sus hijos, todavía hoy, no han conseguido un trabajo. Ahora, poco a poco, se van haciendo leyes para buscar más ayudas como la que se quiere aprobar, facilitando un cupo de plazas a quienes perdieron oportunidades por culpa de ETA. Leyes que buscan romper la falta de sensibilidad de algunas administraciones que, por sí solas, no mueven ficha. En Ceuta hace un par de años a Mohamed le dedicaron su primera calle: el único recuerdo oficial. El pasado agosto los vecinos de Regulares organizaban un partido en su recuerdo: un homenaje que salió de una iniciativa popular, en un polideportivo carente de las mínimas condiciones y sufragado con la aportación de los propios participantes. Es la respuesta de un barrio que todavía recuerda al agente Ahmed al que cada día, y por desgracia, cada 23 de noviembre, su familia recuerda.
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