hace dos años, Juan Vivas camina hacia el triplete. En 2003 se decía que el ‘efecto Perejil’ jugó a favor de sus 19 escaños. Algo pudo influir para esa mayoría histórica tan rotunda. Lo sorprendente vino después, en 2007, no sólo por revalidar dichos escaños, sino por superar los votos de los anteriores comicios, que del 62,5 % pasaron al 65,18 %. Un auténtico record. Local y nacional.
Vaya usted a saber si todo será, efectivamente, cuestión de perejil. Porque a ver si a nuestro presidente le regalaron un San Pancracio - no creo que fuera Pedro Gordillo -, para que le colocara siempre su ramita de perejil fresquito. Aseguran que trae suerte. El rito, para algunos, es casi un talismán. Incluso más allá de la fe. No creyentes confiesan tener a su San Pancracio en casa. No sé si será el caso de Juan que,
si vuelve a ganar, podría alcanzar así sus catorce años de mandato. Los mismos que tenía el reseñado mártir de Frigia cuando fue decapitado en una de las persecuciones de Diocleciano. Quién sabe si cumplidos esos años podría llegar también el descabezamiento de los ‘peperos’ en las urnas.
Pero eso, con Vivas de por medio - aquí las siglas aparte -, y liberado de pesados lastres internos, hoy por hoy suena a utopía. Rodeado de su halo de honradez, trabajo y llaneza, su figura cala en el tejido social de la población. Quién lo diría cuando Luís Vicente Moro se lo llevó de la Delegación, iniciando así una carrera política que siquiera él mismo, creo, pudo imaginar jamás.
Pura hipocresía, promesas vacías, teatralidad, dicen de su talante sus adversarios. Pero al vecino le halaga que el presidente se pare con él en la calle, le tienda la mano, le cautive con su sonrisa abierta y bonachona, oiga sus problemas y escuche su petición, aunque a veces se quede en buenas intenciones.
Independientemente de lo anterior y de las transformaciones urbanas que bajo su mandato ha experimentado la ciudad, yo iría aún más lejos. La política de permanente lealtad institucional del presidente está siendo uno de sus mejores avales. Ceuta no está para enfrentamientos con el poder central. Ya lo padecimos en épocas pasadas. En ese resbaladizo terreno, con gobiernos de color político diferente en Madrid y en la Ciudad, la positiva gestión de Juan Vivas creo que está siendo auténticamente eficaz.
Yo no sé usted, pero a mí, las quinielas que oigo a pie de calle, encuestas aparte, apuestan por el 20, 4 y 1, incluso en círculos políticos y en algunos que no simpatizan precisamente con las siglas de los de la gaviota. Tales resultados significarían: un nuevo record nacional del PP en Ceuta, la materialización del viejo sueño de Juan Luís Aróstegui de meter la cabeza en la Asamblea, y un duro golpe para los de Carracao que, a buen seguro, traería sus consecuencias en la sede de Daoíz.
Pero pese a esa rotundidad de la autonómicas tienen su morbo. En los populares inquieta, y mucho, la idea de ver a Juan Luís revestido con su acta de diputado. Saben que sería dinamita pura. Nunca los ratones políticos de hemerotecas hurgaron tanto en sus tomos. Y claro, el que busca termina encontrando. Lo que el pueblo le ha negado en tantas ocasiones a Aróstegui, ahora más que nunca, lo podría tener al alcance de la mano gracias a Mohamed Alí y a esa coalición electoral antinatura como bien la define Musa. Pero de ‘Caballas’ podríamos
hablar otro día. Más que los simpatizantes del PSPC o de los convencidos con la operación teóricamente “integradora” que propugna la coalición, aquí tendrá mucho que decir el colectivo musulmán con sus votos y abstenciones.
¿Podría desviarse un nada despreciable número de votos por parte de quienes en tan importante colectivo no ven con buenos ojos el pacto, en beneficio del PDSC o incluso del PSOE? Difícil, pero no descabellado.
Para los sucesores de Mizzián significaría recuperar el escaño que perdieron en 2007 o, quién sabe, si hasta la desaparición del partido. Para los socialistas el apuntalar unas siglas históricas con proyección de futuro.
Y quien sabe si lo de lo del partido de la calle Daoíz será cuestión también de perejil. ¡Ah!, pero la imagen de San Pancracio tiene que ser regalada. De lo contrario, dicen, no surte efecto. ¿No te tienta la idea, querida Toñi Palomo?