Aunque muchos andaluces no pudieron celebrarlo tomando las uvas, gracias a la inoportuna emisión de publicidad en Canal Sur, lo cierto es que ya hemos entrado en el año 2015, en cuyo mes de mayo habrán de celebrarse elecciones locales y autonómicas, previéndose que, salvo un ligero retraso que permite la ley, las generales tendrán lugar antes de que llegue el 2016.
Además, a ello puede unirse cualquier ocurrencia que se saque de la manga Arturo Más. Afrontamos, pues, días interminables de precampañas y campañas encarnizadas, en los cuales oiremos hablar, una y otra vez, de corrupción, de recortes, de deudas, de desempleo, de crisis, de recuperación, de mentiras, de verdades y de quienes son –o no son- los culpables de todo.
Por cierto; hay que resaltar que cuando van a celebrarse las de carácter local, el legislador tiene buen cuidado en diferenciar entre Ceuta y Melilla y los demás entidades afectadas, Véase, si no, el Real Decreto 424/2011, de 18 de marzo, por el que se convocaron las últimas “elecciones locales y a las Asambleas de las Ciudades de Ceuta y Melilla”, para comprobar como, lo diga quien lo diga, lo que aquí existe no es un simple Ayuntamiento. Hasta en las papeletas y en los sobres de votación consta expresamente esa notable diferencia con los demás municipios de España.
Los partidos que ahora no están en el poder andan como perros de presa en la búsqueda de cualquier resquicio que les permita pronunciar la palabra “escándalo”.Quienes lo estén ostentando deben extremar al límite los más estrictos controles, y aún así corren el peligro de verse envueltos en denuncias y querellas por motivos baladíes, con las que se intentarán lograr los efectos demoledores que a estas alturas supone el término “imputado”. Por otro lado se crean nuevos partiditos, a la búsqueda de lograr algún asiento en los Plenos.
Tal y como están las cosas, habrá que razonar con mucho detenimiento lo que se vaya a votar, para no hacerlo siguiendo meros impulsos. El “ahora se van a enterar” puede convertirse en un boomerang que acabe golpeando a todos, y en especial al que lo lanzó, y es mucho lo que va a estar en juego.
Hay quienes todo lo centran en un populismo que resulta irreal por imposible de llevar a la práctica, so pena de caer en la más tremenda bancarrota. Ofrecen pan para hoy, a costa de más hambre y miseria para mañana. Todo eso ya se ha experimentado en el mundo, y ha acabado fracasando.
También tratan de sacar ventaja al hastío, al cansancio y a la indignación que, justificadamente en muchos aspectos, afectan a la sociedad española en su conjunto. Se dedican a hablar mal de lo que han dado en denominar “la Casta”, así, con mayúscula y todo. Que si “la Casta” es la culpable de cuanto de malo haya, que si es perversa, que todos los políticos que la integran -todos sin exclusión- así como sus partidos, son unos corruptos impenitentes y despreciables…
Pues se equivocan de medio a medio. La única “Casta” que conozco es una señora imponente, una mujer de bandera, modelo y actriz francesa por más señas, que se llama Laetitia Casta. La ví en una de esas películas de Astérix y Obélix y, como varón que soy, no se me pasó inadvertida. Ahí la tienen, en la fotografía que adorna –nunca mejor dicho- esta colaboración. Hablan pestes de “la Casta”. Pues ya me dirán ustedes qué es lo que tiene de malo.
Que los Magos de Oriente nos sean propicios, trayéndonos lo mejor a España y a los españoles en general y, de modo especial, a Ceuta y a todos los ceutíes. O a casi todos, porque los hay que lo único que se merecen es el más pequeño trozo de negro carbón.
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