2005, San Juan

La hemeroteca reciente no debería olvidarse. Sobre todo cuando recoge sucesos con responsabilidades sobre los que no ha existido posicionamiento alguno. No hay nada más injusto que topar con el silencio administrativo, con una institución que te torea con el único objetivo de cansarte. Y ahora, con la connivencia del ‘tasazo’ made in Gallardón, el ciudadano no puede siquiera intentar defenderse acudiendo al Contencioso.

Han pasado casi 9 años de aquella noche de San Juan en la que hubo una treintena de heridos. Y los hubo porque se produjo un accidente que, penalmente, se entendió como fortuito, pero que tendría que haber tenido una responsabilidad civil por cuanto hubo personas que padecieron lesiones tras acudir a un lugar que, se supone, debería haber tenido cubiertas todas las medidas de seguridad. No fue así. De hecho, la Administración reconoció su error con hechos, ya que ahora las medidas que se adopten en la tradicional noche han venido a corregir los fallos en los que se incurrió aquel 2005.
De entre todos los heridos, hubo uno que se llevó la peor parte. Un agente de la Policía Nacional que sufrió una quemadura en el ojo que le ha provocado la pérdida del 98% de visión. Esa historia se la contamos hoy, porque casi nueve años después, y tras ser jubilado forzosamente en el Cuerpo, no ha obtenido respuesta alguna por parte de la Administración a la hora de dar respuesta a la responsabilidad que habría tenido por lo sucedido.
El silencio administrativo es la peor respuesta que se le puede dar a un ciudadano que busca en la Administración una respuesta. No es la primera vez que suceden hechos de este tipo. Ha habido sentencias condenatorias con indemnizaciones que no han sido subsanadas hasta que a la institución le ha llegado el requerimiento solicitándole que designe los bienes embargables. Hasta ese punto se ha llegado, habiendo incluso muertes de por medio. Los sucesos de 2005 merecen, cuando menos, una respuesta de unaAdministración que no puede seguir mareando a los que resultaron heridos simplemente porque les tocó estar ahí. No hay derecho ni justificación.