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2.000 voces reclaman justicia

Unas 2.000 personas según la organización y 1.200 a juicio de la Policía Nacional secundaron ayer la marcha en contra de la inseguridad cuyo detonante ha sido la muerte a tiros de Munir, hoy hace justo dos semanas.

La manifestación partió de la propia casa en donde reside la familia del joven, en torno a las seis de la tarde, pero de forma oficial lo hizo a las siete, desde la mezquita de Sidi Embarek, en Juan Carlos I.
Su punto final estaba establecido, según la organización, en la plaza de la Constitución, en donde se colocaron globos y pretendía leerse un manifiesto. No pudo ser. Buena parte del grupo, a su llegada al monumento, quiso llegar hasta la plaza de los Reyes por expreso deseo de la familia de Munir, que portaba una de las grandes pancartas que encabezaba la marcha. “¿A dónde vamos a protestar?, ¿aquí?”, denunciaba un vecino de la barriada. “Estamos muy hartos de lo que está pasando, matan a gente inocente, queremos protestar, queremos que se nos oiga y vamos a decírselo al delegado”, espetaba.
Así, y ante la sorpresa de un grupo de personas que había hecho la parada establecida ante el monumento de la Constitución, el resto marchó hacia la plaza de los Reyes. En un principio fueron contenidos por un cordón de la Policía Nacional a la altura del Mercado Central, pero la querencia de todos por marchar hacia los Reyes no pudo ser cortada, así que el grupo emprendió caminata haciendo algunos paros en el camino para culminar frente a la puerta que, cada día, cruza el delegado del Gobierno y su equipo de asesores. Con Francisco Antonio González en Madrid, nadie de la cúpula de la Delegación del Gobierno salió a recibir a la comitiva que encabezaba la marcha y que, si bien había burlado el camino de protesta solicitado, no incurrió en momento alguno en actos que rompieran la normalidad.
Esta falta de atención molestó, y mucho, a los presentes. “Nos tratan como perros”, decía un vecino. “No hay derecho, por qué no salen a recibirnos, hemos venido aquí desde el Príncipe, andando, porque queremos seguridad, justicia... no somos terroristas, somos personas... y no ha salido nadie a recibirnos”, lamentaba. “Hay que cambiar las leyes de las armas”, apuntaba.
Armas, pistolas... términos éstos que aparecieron, y mucho, en los mensajes críticos de vecinos de distintos barrios que se sumaron a la marcha. También se aludía a las mismas en alguna que otra pancarta. “En el Príncipe es más fácil encontrar armas que trabajos”, se leía en una amplia sábana sostenida por unas jóvenes.
Gritos los hubo, y muchos, contra la figura del delegado del Gobierno del que pidieron hasta la saciedad su dimisión. También pedían justicia y que detengan a los asesinos de Munir, amén de todos los que están detrás de los episodios delincuenciales registrados no solo en el Príncipe, sino también en otras barriadas. Se pudo ver a dirigentes vecinales de Príncipe Alfonso, Felipe, Poblado Regulares, Benzú... y muchas zonas del extrarradio junto a quienes optaron por secundar la protesta que fue solicitada en tiempo y forma por Jóvenes Caballas.
La marcha estaba asegurada por varios vecinos del barrio que, con petos naranjas y con el término organización impreso, intentaban controlar a la cantidad de hombres pero sobre todo mujeres y niños que participaron en la marcha. “Vamos bien, no metamos la pata, podemos chillar pero cuando diga ‘basta’ nos vamos”, explicaba en árabe uno de los integrantes de la organización a todos los presentes posicionados frente a la Delegación del Gobierno.
“Vivimos un infierno por culpa del Gobierno”, gritaban. “Delegado, dimisión por favor”, añadían otros. Hubo un momento en el que la Policía Nacional -que desplegó a agentes de la UPR- montó un cordón humano para evitar que quienes se situaban frente a la puerta de Delegación quisieran ir hacia adelante. Al final, pasadas las nueve de la noche, el acto se disolvió aunque siguieron formándose pequeños grupos de ciudadanos que seguían mostrando su crispación. El regreso hacia las barriadas se produjo por la carretera nueva por expreso deseo de la organización, sin que se causara incidente alguno.
Este era el punto y final de una marcha que tuvo su anterior parada en la plaza de la Constitución. Allí se había preparado todo para leer un manifiesto que al final se quedó cojo porque buena parte de los concentrados optaron por marcharse del lugar hacia la plaza de los Reyes.
Una niña leyó una poesía en la que decía que quería vivir tranquila en su barrio, pero “que sea sin guerra”, quiero que “suba la Policía para que nos ayuden”, explicó.
Los organizadores de la marcha dijeron que el acto quería servir de homenaje a Munir, “un gran deportista al que han asesinado”, mostrando sus palabras de rabia e indignación por “esta barbarie”. “No hay palabras para expresar la tristeza, la indignación y la rabia que toda persona decente ha de sentir ante tal ejercicio de barbarie, ante tan dolorosa injusticia”.  Pidieron más seguridad en barrios y calles y un cambio político en este ámbito aunque “eso no es suficiente”.

“Por desgracia, el asesinato de Munir no es un hecho aislado, sino un caso más de esa violencia que se ha vuelto crónica en nuestra ciudad y que nos ahoga en un mar de angustia, miedo y ansiedad. Desde aquí, queremos rendir un homenaje de afecto a todas aquellas personas que han sufrido, y sufren, de manera directa las consecuencias de esta terrible lacra”, expuso Nayat Mohamed, presidenta de Jóvenes Caballas en la lectura del manifiesto.
“No podemos resignarnos”, añadió. “Tenemos derecho a sentirnos seguros. Nuestras madres tienen derecho a estar tranquilas cuando sus hijos salen de casa. Nuestros pequeños tienen derecho a jugar en la calle sin tener que oír disparos y gritos de socorro. Tenemos derecho a vivir en paz y es por eso que hoy estamos aquí, gritando alto y claro que la política de seguridad debe cambiar. Exigimos unos Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado al servicio de los ciudadanos. Que garanticen la seguridad de todos, en todos los barrios, en todas las calles”, añadió.
“Queremos advertir que un cambio en la política de seguridad no será suficiente si no viene acompañada de un giro radical en las políticas sociales. Porque la marginalidad, la pobreza y  la desigualdad, en grado extremo, terminan generando violencia, inevitablemente. No podemos abandonar a los barrios, convertirlos en guetos, humillar a su gente, y luego sorprendernos cínicamente de que haya conflictividad social. Desde aquí reclamamos a todas las instituciones un cambio de orientación política para hacer efectivo el principio de igualdad de oportunidades”, dijo.
La lectura del manifiesto se hacía mientras buena parte de los concentrados, con la familia de Munir a la cabeza, se dirigía ya hacia los Reyes, lo que terminó generando cierto desconcierto.
“Nos sentimos orgullosos de nuestros barrios. De todos, sin excepción. Allí convivimos mujeres y hombres honrados y trabajadores, que luchan cada día para labrarse una vida digna. Munir ya no podrá hacerlo. Pero en su nombre, haremos todo lo posible para evitar que esto  vuelva a suceder. Por ello, y en su memoria, asumimos un compromiso y exigimos: ¡Una Ciudad segura!, ¡no más violencia en las calles!, ¡queremos Vivir en Paz!”, gritaron.
Ya en los Reyes se sumaron todos. Rahma, la madre del joven asesinado, agradecía las muestras de cariño de todos los presentes. En la marcha también estaba su esposo, Hossain, hijos y familiares directos del joven.
Todo era seguido al detalle por las fuerzas de seguridad, servicios de Información de Policía Nacional y Guardia Civil, además de agentes colaboradores del CNI. Todo ayer era grabado, filmado, analizado, medido al detalle. ¿Qué había delante? Hombres, mujeres y niños pidiendo seguridad. Nada más.
“Tenemos miedo por nuestros hijos”, se lamentaba un padre. “Tenemos que hacer esto, nadie nos hace caso. ¿Por qué los políticos nunca dimiten?”, se preguntaban otros.
El malestar de los presentes era general contra todo y contra todos. Los vecinos del Príncipe se sienten abandonados y el asesinato de Munir no ha hecho sino hacer la brecha aún más grande. Temen por los crímenes que no han quedado saldados con detenciones, temen porque si hablan sean ajusticiados y reclaman que haya medidas urgentes en el barrio para que no pase lo que está sucediendo. “¿Sabes que después de que mataran a Munir ha seguido habiendo disparos? La gente tiene miedo, ya no habla”, lamentaba una mujer. ¿Ahora qué?

Durante todo el recorrido se pudieron ver muchas pancartas con alusiones directas

Los participantes llevaban pancartas en las que podían leerse alusiones de todo tipo. La de la imagen fue una de las que más llamó la atención, ya que se apreciaba una pistola pegada en medio de una cartulina con la que se criticaba la inseguridad existente en el barrio además de que se indicaba que Munir era inocente. “Si no pueden, que pongan la frontera en Los Rosales”, era otro de los lemas incluidos, además del de “Cuándo van a parar esta masacre” o “Justicia para Munir”, por ejemplo.

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