A veces, muchas veces, la memoria histórica termina siendo la excusa perfecta para hilvanar el relato doliente de quienes pretenden reparar las vidas de los caídos por la II República Española, en lugar de aprovechar la ocasión para restaurar la historia de los caídos por España. De todos los caídos, sin excepción. Y aunque cualquier intento por mantener el respeto y el rigor termine siendo otra excusa para encender los ánimos, el relato sobre el general Escobar (Ceuta, 1879 - Barcelona, 1940) contiene todos los ingredientes necesarios para erigirse como la gran epopeya de la Guerra Civil.
Como cada 18 de julio, el almanaque recuerda que también hubo otra guerra: la de quienes fueron protagonistas silenciados por la lealtad a sus creencias y valores.
Francisco Sánchez Montoya, miembro del Instituto de Estudios Ceutíes, es determinante frente a la figura del general de la Guardia Civil Antonio Escobar Huerta: “Escobar nunca fue un revolucionario, ni siquiera un reformador social. Era, simplemente, un hombre honrado que pudo escoger el camino fácil, sumarse al golpe y no lo hizo, decidiendo marchar por la senda difícil de la libertad, de la justicia y de la igualdad”.
Francisco Sánchez, del IEC: "Escobar nunca fue un revolucionario, ni siquiera un reformador social"
Escobar alcanzó el grado de general el 28 de junio de 1937, decretado por Manuel Azaña, cuando el gobierno de la República se encontraba de manera provisional en Valencia. La Gaceta de República, el BOE de entonces, recoge en su página 1.413, que este ascenso se produjo “por su inquebrantable adhesión y lealtad al régimen republicano, adjetivos que contrastan con la descripción que Sánchez Montoya realiza del militar.
Por si fuera poco, el historiador ceutí ajusta aún más la descripción de la figura del Guardia Civil fusilado en el foso de Montjuïc el 8 de febrero de 1940. “Fue un militar verdaderamente patriota, un burgués católico que luchó junto a los proletarios contra la burguesía”, sentencia Sánchez Montoya.
En un artículo publicado en El Faro, el historiador ceutí describe el momento de su ejecución como un verdadero oxímoron de la Guerra Civil, una de tantas contradicciones que se produjeron y que los relatos oficiales de ambos bandos procuraron oscurecer para no aceptar el peor de sus pecados: enfrentar a personas de la misma sangre, del mismo credo y de la misma patria.
“La ejecución de Escobar tuvo lugar en los fosos del castillo [de Montjuïc], donde se había fusilado al general Goded y donde un tiempo después se fusiló al presidente Companys. Se encargó de la ejecución un piquete de la Guardia Civil. El general Escobar, al ocupar su puesto frente al piquete, dijo al oficial que lo mandaba: ‘Usted dará las órdenes preventivas y dispararán cuando yo bese el crucifijo que llevo en la mano’. El general Escobar iba a morir vestido de paisano pero logró variar el significado del acto. El oficial iba a dar órdenes al piquete hasta llegar al ‘apunten’, pero la decisiva, el ‘disparen’, la daría el propio general besando el crucifijo. Así moriría como deseaba morir: como un jefe mandando a sus hombres”.
Daniel Arasa, biógrafo: "Siempre mezcló una devoción cristiana con la más absoluta profesionalidad"
Daniel Arasa, autor de la biografía del general Escobar, también ha destacado que el militar “siempre mezcló una devoción cristiana con la más absoluta profesionalidad”. Palabras que recogió en su día el periodista Ignasi Jorro en Crónica Global.
Días como el de hoy siempre resultan adecuados para recordar, si se quiere, a esta tercera España que aún sigue en el altillo de la desmemoria pero que, sin dudas, forma parte de la historia real de una guerra que sigue siendo objeto de estudio en departamentos universitarios, medios de comunicación y en la barra de los bares. Un conflicto maniqueo que enardece la sangre de muchos ciudadanos a los que se les olvida devolver el honor de personas como general Escobar. Un buen hombre.
Una película olvidada sobre sus memorias
Aunque el general Antonio Escobar Huerta no tiene calle ni en Barcelona ni en su ciudad natal, Ceuta, sí que tiene una película filmada en 1984, bajo la dirección de José Luis Madrid. A lo largo de los noventa minutos que dura la cinta, se cuentan los últimos momentos del general antes de ser fusilado en el Castillo de Montjuïc. El reo narra su propio relato de la Guerra Civil, desde sus momentos más incipientes hasta los años de batallas fraternales. El relato del general Escobar finaliza con una sentencia propia de una conciencia tranquila, de quien vivió entre la cruz y la lealtad: “Si mi vida y la de todos los que han caído sirve para que no vuelva a repetirse, nuestra sangre no habrá sido estéril”.