La madrugada del 17 de mayo de 2021 Mohamed VI hizo jaque mate a todo un país que hasta la fecha había sabido controlar los temporales de unas relaciones siempre complicadas. Pero la jugada no fue tan perfecta como en las partidas de ajedrez. El rey no solo se enfrentó a España usando a Ceuta de comodín, sino que provocó una reacción sin igual de Europa e hizo que su propio pueblo se levantara. Aquella cuadratura del círculo le estalló en sus propias manos, dejando escenas que se hicieron famosas a todos los niveles. Permitió el engaño de niños, que familias al completo se pusieran en riesgo, que hubiera muertos y desaparecidos.
Hoy, justo seis meses después de aquella etiquetada como crisis, Ceuta sigue padeciendo las consecuencias directas de esa afrenta, reflejadas sobre todo en la ausencia de recursos para atender a menores y adultos que quedaron ‘embolsados’ en nuestra ciudad. La creación de Piniers y Tarajal como campamentos alternativos no fue más que una solución temporal cuya extensión en el tiempo empieza a generar ya problemas graves.
Ceuta contó con el respaldo moral de España y Europa, que visibilizaron un apoyo sin igual, pero en la práctica sigue sufriendo las consecuencias de un gol encajado de forma magistral que tiene también sus propias repercusiones sociales.
La ciudad recibió inyecciones económicas importantes para atender los gastos derivados de la asistencia y manutención de menores y adultos, pero nadie ha aliviado las consecuencias sociales que esta situación genera para una ciudad pequeña que sufre como una explosión lo que quizá en otro territorio sería solo una chispa. Y son precisamente esas explosiones sociales las que pueden tener peores consecuencias para el siempre frágil equilibrio de Ceuta. Ya las estamos viendo, reforzadas además por la cadena de bulos e intereses partidistas extremos que arriesgan la ciudad.
La madrugada del 17 de mayo empezó todo. Las entradas de marroquíes que comenzaron a primeras horas de la madrugada fueron constatadas por la Benemérita como algo distinto desde el momento en el que las fuerzas marroquíes confirmaron que no iban a salir, que no actuarían y que lejos de permitir la entrada sin trabas la alentarían. Aquella madrugada ya entraron familias al completo y menores por el espigón de Benzú, el primero en abrirse. Horas después llegaría Tarajal, donde se vieron las escenas más impactantes y en donde desde la noche del 17 al 18 se tuvo que activar a la Comandancia General para que regulares y legionarios pudieran cooperar.
La coordinación se llevó a cabo supeditada a las órdenes de unas fuerzas de seguridad del Estado que se vieron sorprendidas por miles de personas, entre ellos muchas mujeres y niños de corta edad. Se actuó como se debía evitando operaciones que podrían haber terminado en auténticas tragedias, jugando las bazas a nivel diplomático y deteniendo lo que llegó a temerse como algo imparable.
El efecto psicológico de todo aquello también tuvo su consecuencia directa en ese pensamiento dormido pero constante que anida desde hace tiempo en la población ceutí, siempre temerosa a comportamientos extremos y siempre dudosa del tipo de protección que se tendría sobre ella.
La etiquetada como crisis de mayo dejó claro algo: la reacción del gobierno de España y de Europa no permitió quiebra alguna. El reto está en que no se olvide lo que sucedió y en que siempre se sepa cómo reaccionar. Seis meses han dado para mucho, las consecuencias siguen presentes.
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