17 inmigrantes
marroquíes han llegado a Ceuta por vía marítima en las últimas horas. Son protagonistas de ese goteo constante que no cesa, ese goteo al que han aludido no solo las fuerzas de seguridad o las asociaciones de guardias civiles,
sino también instituciones como la Ciudad Autónoma. La presión ejercida por la población que busca escapar de Marruecos se ha acrecentado con una
pandemia capaz de cerrar fronteras. En patera o a nado, a bordo de toys o kayaks o, simplemente, luchando cuerpo a cuerpo con el mar. Pero todos los pases marcados con un único objetivo: pasar a Ceuta. Esa es la nota común de las últimas semanas, la nota común de lo que ha terminado por convertirse en un problema para una ciudad que carece de albergues para dar cabida a todos los llegados, de albergues para cumplir la cuarentena dictada por el Ministerio de Sanidad, de instalaciones para ofrecer una acogida permanente. A todo esto se suma que las expulsiones están vetadas debido al cierre del Tarajal, aunque la Policía sigue filiando a todos los extranjeros y abriendo los expedientes de devolución para cuando se produzca esa apertura del paso fronterizo. Pero mientras eso no llega, y va a tardar, existe un bloqueo grave al que no se le pone remedio. Los marroquíes, adultos o menores, buscan el pase por desesperación dejando atrás un Marruecos que no ofrece ni posibilidades ni alternativas. Muchos llegan con el ánimo de volver a emigrar pero partiendo de Ceuta, otros en cambio buscan permanecer aquí para, formando parte del empleo clandestino, hallar algún medio de sustento. Las instalaciones del viejo
hospital se antojan insuficientes para la presión vivida en las entradas. Presión como la de la pasada madrugada pero también como la que ha precedido con anterioridad. Y no todos llegan, algunos son interceptados por Marruecos y otros se pierden en ruta, nunca se sabe de su paradero. Sus familias los siguen buscando.